Mis reflexiones sobre urbi et orbi
José Miguel Herrera Romero
27/03/2020.
Las tomas en televisión trasmitieron un papa que de pronto parece que está hablando sólo, en la majestuosa plaza de san Pedro. Me parece a mí, como si quisiera comunicarse un símbolo: la Iglesia parece volverse una iglesia que deja de ser voz preponderante y prepotente, para volverse una discreta aportación más, en medio de una sinfonía de voces que hay en el mundo.
El Evangelio cantado me parece símbolo de una iglesia que pretende seguir con ritos que hoy poco comunican. El lector, por cierto parece perdido en la inmensidad de la plaza, lo cual me encanta. Parece la figura de muchos creyentes, que de pronto, ante tantos cambios en la sociedad, en el mundo, la cultura, las relaciones y ahora, con esta pandemia, me hace sentir —al menos a mi—, así, perdido.
La reflexión bíblica que se hace y todo este rito coinciden en la cuaresma, que se acostumbra comunicar en familias y en parroquias como tiempo de recogimiento, en aislamiento —curiosamente ahora impuesto en algunos países, voluntario en otros, aunque en esta ocasión es por motivos de salud—; no me cabe duda que es una invitación a que los creyentes pongamos atención a ubicar nuestra fe más allá de cumplir con rezos y misas y ayunos o abstinencia, es decir, limitarse a sólo lo ritual, para retomar la esperanza y el sentido de trascendencia poniendo en obra la hospitalidad, la fraternidad y la solidaridad. Valores, principios, actitudes, competencias para la vida social... Como los queramos llamar, necesitamos poner en obra aspectos que nos ayuden a ser mejores personas.
En medio de la lluvia, en las últimas luces del día, el papa hablando solo aparece como una voz en medio del desierto, denuncia errores, omisiones, desatinos, prepotencia en nuestros estilos irresponsables de vivir, de producir, en suma, de nuestra vida en sociedad. Al mismo tiempo, reconoce el miedo y des-instalación que ocasiona la época actual. Está en riesgo nuestro estilo de vida y el futuro en el planeta. La crisis que hoy vivimos por la pandemia es sólo uno de muchos desafíos que nos aguardan.
La reflexión cierra con un llamado a no tener miedo. Los creyentes no tienen miedo, parece ser el mensaje. Yo personalmente prefiero reconocer miedos, dudas, errores, y con ese equipaje seguir el camino. Es evidente que, en la medida que se avanza, los temores e inquietudes iniciales se van paulatinamente, y emergen otros, nuevos. Y eso me gusta más, para el símbolo de la iglesia como un pueblo en marcha, abierto al misterio: estas realidades trascendentes que no cesan de revelarnos novedad.
En la penumbra, orando sólo, en la plaza ante la Virgen, me parece que el papa nos invita a mantener una actitud de vivir nuestra fe de manera sencilla y discreta. Parece comunicarnos que eso de la fe es un acontecimiento que sucede en el interior de las personas, en la intimidad, que se trata de una experiencia individual, que nutre un sentido de vida.
El papa oró después ante un Cristo del siglo XVI, del cual escurre por su cuerpo agua de lluvia, con cantos gregorianos como fondo. Me evoca una sensación semejante cuando pienso en las crisis o dificultades que vivimos en muchos países: las relaciones entre las personas, la economía de los países, el medio ambiente, la salud, la violencia y la delincuencia, la violencia contra las mujeres y los desatinos de los varones, la incapacidad de poner el poder al servicio de un mejor futuro para todos... Este crucifijo, por cierto, en el siglo XVI fue llevado en andas por la ciudad de Roma, para pedir por la salud de una población lastimada por la enfermedad. Hoy este Cristo sólo se movió de su basílica a san Pedro. De modo muy semejante la vida de la ciudad, de la economía... sentimos que nos movemos tan poco, y que todo está en riesgo...
¡Ese es el contexto de la fe!
Este es el lugar, me parece, desde donde puede vivirse la fe. Es así, solos, en la incertidumbre, a oscuras, en el abandono, la tristeza, la enfermedad, el miedo —incluso aún con aburridos ritos que hoy no parecen significar algo trascendente—, donde aparece una paradoja, Esta simbólica bendición nos invita a caminar con nuestra fe. Es allí, en este contexto, donde podríamos encontrar un nuevo sentido a nuestras vidas, esperanza. Dicho de otro modo. El panorama no va a cambiar. Pero nosotros, nuestros pensamientos, nuestras actitudes, esos sí los podemos cambiar.
Sí, allí, solos, ese silencio que de pronto se volvió muy intenso y nos refleja nuestra soledad, así, sí podemos permanecer ante lo sagrado, el misterio, lo trascendente, sentados. Este papa nos ha regalado la imagen de un anciano sentado cara a cara con el Santísimo. ese Dios, nos dijo el texto del Evangelio —que significa buena nueva o buena noticia— nos describe a un Dios que es capaz de calmar tempestades. La reflexión que hizo nos hizo ver que esas tempestades también están en nuestro interior y, si aceptamos este sentido de trascendencia, que nos da la fe, dentro de nosotros podemos darle un nuevo giro a las actitudes y acciones que están a nuestro alcance.
Ya van más de 40 minutos. ¿Cuánto más va a durar este ritual? el silencio ya se vuelve denso, insoportable. ¿Para qué nos sirve tanto silencio? ¿Acaso nos hace mejores personas estar en silencio? Justamente mi padre me ha dicho ayer que sí, al reflexionar sobre el ayuno: Es todo un reto buscar momentos para estar solos, lo mismo que auto-imponerse silencio, esforzarse por estar en paz, relajarse, meditar, aprender, atreverse a hurgar en un sentido de vida que nos lleve a mirar más allá de lo que por ahora parece no tener solución.
Así, sí tiene sentido pedir por la esperanza, por la salud de los enfermos, por un mejor mundo y por los médicos y profesionales que participan en la atención de enfermos y afectados por esta pandemia. En ese momento pedimos con humildad retomar nuestros sentido de vida y por eso nos invitan a aclamar juntos "ábrenos a la esperanza, Señor".
¿Podríamos vivir estos ritos de modo diferente? ¿Podrían también estos ritos recordarnos que los creyentes —valga la redundancia— creemos que hay algo más allá de esta dificultad que vivimos? ¿Podría ésta bendición ayudarnos a redimensionar nuestras actitudes, pensamientos y acciones, para llevarnos a tomar precauciones, cuidar nuestra salud, aislarnos y cuidarnos, pero sobre todo, abrirnos a la novedad que estas acciones nos invitan a inventar o a generar de manera creativa , como trabajar, estudiar, convivir, aprovechar las bondades dela tecnología para la comunicación como charlar con video conferencias, informarnos y generar ingresos, de nuevos modos de vivir y de inventar una mejor vida, una mejor sociedad?
El final de este ritual es poderosamente simbólico: Un anciano, cojeando, camina con el santísimo hacia la plaza vacía. Uno entre los más vulnerables por esta pandemia es el portador de esta bendición. Igualmente, la Basílica de san Pedro se queda vacía. Me hace recordar que el templo no es el lugar donde tiene sentido vivir eso que llaman la fe, sino que es en el mundo, donde se pone en obra este sentido de vida, de esperanza, de alegría, este ánimo por encontrar formas creativas de vivir y convivir.
justo ahora, que termina las trasmisión de esta bendición, me toca poner en obra este sentido de vida, aplacar las tormentas internas que vivo, para convivir con mi familia, cuidar a mis ancianos padres, a mis vecinos, ver por mis amigos y sus familias, avanzar con los retos del trabajo y con mis proyectos sociales... allí comienza todo...
Muy buena reflexión gracias por compartir
ResponderBorrarMuchas gracias por tu comentario!
BorrarGracias, buenas, profundas y delicadas reflexiones, que vengan mas
ResponderBorrargracias por tu comentario!
Borrarmuy padre tu reflexión... comentaba por teléfono con mi padre que la plaza inmensa sin personas, con la luz azul en la oscuridad de la noche me hacía sentir como en una imponente cueva, que permitía llevar a cabo este momento de reflexión y bendición sin distracciones y en la intimidad. Ví a un Papa cercano, un ser humano tan pequeño en lo inmenso del escenario ¡, cercano a mí, haciendo lo que le toca hacer, con humildad y a través del uso constructivo de la tecnología. Definitivamente este momento será para cada quien lo que quiera que sea, para mi ha sido consuelo en éstos momentos de incertidumbre, fué un momento de recogimiento y de certeza: ante el sufrimiento y la fragilidad humanas, está un Dios que nos habla con sencilez y nos acerca a Él con delicadeza y firmeza. Dios con nosotros, amoroso, grandioso ...
ResponderBorrarMuchas gracias por compartir. También me he sentido así.
Borrar¡Qué genial poder encontrar eco a lo que sentimos! Gracias por tu comentario
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