Estamos aprendiendo I

La recuperación de lo nuestro. El espacio y el hogar
09/04/2020.
José Miguel Herrera Romero

En estos días de encierro voluntario desde hace ya 3 semanas, y con gran miedo por contagiar a mis queridos padres, familia, amigos, conocidos y en fin, por una responsabilidad o conciencia social, yo como muchos hombres, vivo un periodo intenso de aprender a "estar en la casa". Me interesa dejar registro de cosas que van sucediendo, como una memoria personal y, a la vez, familiar. Después de todo, estos días invitan —al menos a mí— a la reflexión y al análisis de lo hecho y de lo que está por venir. Lo necesito y lo quiero.

Se trata de una nueva dinámica a la que nos enfrentamos en estos días: aprendizaje en la convivencia, lo mismo que para a enfrentar esta nueva pandemia, en el acopio de víveres y aprender nuevamente a surtirnos, a tomar precauciones de limpieza de espacios fìsicos, evitar contagios... Creo que vivimos, precisamente, un periodo de continuos aprendizajes, y que al compartir un espacio común, como es la casa, el departamento, el condominio, la vecindad, etc., estos momentos se vuelven sucesos en donde el cambio es continuo.

También en estos días hice una relectura de Alvin Toffler, el shock del futuro. Una de sus premisas para dejar de vivir esta especie de síndrome, es asimilar, reconocer, hacer conciencia, de cada cambio; dicho de otro modo, no es suficiente con que sucedan las cosas de modo diferente. Es necesario, para hablar de cambios, que estos tengan un significado.

Una buena psicoanalista de Guadalajara me enseñó que la herramienta básica de trabajo con nuestras vidas es aprender a encontrar el valor de cada cosa vivida. En la medida que nos damos cuenta de cómo ocurre eso en cada uno, le damos valor a determinadas palabras, a vivencias específicas, identificamos las emociones en intensidad referida a una escala personal y valoramos unas u otras cosas, ya sea con un furor obsesivo o nos desligamos de ellos con la mayor facilidad... Y entonces los colores, los sabores, las texturas, olores, en fin, el mundo sensorial, se vuelven una puerta de entrada a nuestro ser. 

Reflexionar, pues, sobre lo vivido,  me adentra en mi intimidad —que por cierto deseo se vuelva cada vez más nueva—; en la medida que reflexiono, puedo hacer conciencia de lo que vale para mí, de lo que tiene sentido y significado para mi, de mis contenidos simbólicos... No cabe duda que estos días son intensos, poderosos y, si me permiten la expresión alegórica, luminosos; con ello me refiero a la fabulosa espectrometría: un espectro multicolor, como un arcoiris, se proyecta cuando pasa una luz blanca a través de un prisma, o cristal, etc.. Tenemos un arcoiris ante nosotros. Pero el número de "rayitas de colores" dependen del número de caras que tiene ese prisma.  De igual modo podemos decir que la amplitud de la gama de colores o la variedad de tonos siempre es personal. Así que si encontramos mucha variedad, es porque hay muchos aspectos que se leen, se analizan, se identifican. Hay mucho que aprender si uno quiere.

Y como el título de esta primera entrega, el aprendizaje va en gerundio: esa forma del verbo que indica que una acción está en desarrollo, y se vive en plural. Creo que 4 personas y una rata (un cuyo) somos suficiente para generar un espectro de muchos colores, que varían con cada hora de los días y las noches. 

Primeramente, me gustaría compartir que hoy no me interesa juzgar si hacemos bien o mal o endilgar a un virus los contenidos simbólicos de nuevas leyendas urbanas que se forjan día con día. Tampoco pretendo justificar acciones u omisiones. 

Me interesa reflexionar lo que está sucediendo. En mi casa, mi cuarto, mi trabajo, mis cosas, mi gente. Como titulé a este blog, descubrirlo. Por eso mismo también es importante verbalizarlo.

Por ejemplo, reconozco que he cocinado pocos días. También veo, sorprendido, hay otras muchas acciones en donde participo: no queda ropa por planchar, los trastes no son la responsabilidad de nadie en específico y todos colaboramos en ello; puedo inventar —gracias a los ánimos imperativos y hambientos de mi hija Andrea—, una ensalada sin preocuparme por el resultado final; Kiara y yo lavamos los coches en su momento; cuido más las plantas, me levanto y procuro realizar todos los días mi rutina de ejercicios para subir de peso (debo subir al menos 6 kilos más antes de que acabe este año; mi problema es mantener ese peso). Cuido horarios de estudio y lectura personal de mi hija Kiara, aunque debo ser cauteloso. Es un campo minado resultar intrusivo en la vida de una adolescente, jeje. Y Mucho etcétera, que no es motivo de revisión por ahora y tendrá sus días de atención, claro está.

En síntesis, el que-hacer de la casa está marchando, con la colaboración de tod@s. Sin ponernos de acuerdo, de pronto veo que las hijas o su mamá o yo realizamos las cosas necesarias o las compras. Y con mucho gusto veo que ya no sólo se trata de cosas "que se tienen que hacer".

Mi querida Rai me enseñó el concepto de hogar que hoy aplica perfecto: consiste en esa decisión de un ambiente que provoca que se sienta algo rico en el interior de cada quien —en el «aquí» de cada uno, me gustaría nombrarle—. El hogar es aquello que queremos forjar en cada día en cada zapato en su lugar, cada traste lavado, suelos limpios, manijas desinfectadas, etc. Y el trabajo que realizamos, incluso con pleitos y conflictos, para lograr la sensación que eso provoca.

Por ejemplo, hoy nos quedamos sin efectivo y cada quién aportó las pocas monedas que quedaban y logramos completar para que sólo uno saliera a realizar compras para los días que vienen. De pronto, cada quien daba ideas de menú, de actividades por realizar, del equilibrio a cuidar en el plato del buen comer, lo mismo que optimizar traslados y compras futuras... Estamos aprendiendo a organizarnos.

Miro hacia atrás y veo cómo, en medio de discusiones, desacuerdos y falta de comunicación, ahora podemos coordinarnos en la medida que nos aceptamos, como somos. No tengo ningún conflicto en colaborar como pinche: mientras lavo lavo verduras y trastes, las hijas colaboran preparando la ensalada, el agua de sabor, hacen un postre y acomodan la mesa, mientras su mamá coordina que se cocinen los alimentos. Todos colaboramos y, raro, de pronto surgió una deliciosa cadencia de apoyos y colaboraciones. ¡Cuando eso se logra la comida sabe deliciosa! Además del orden, de tareas distribuidas, está el fino ingrediente del hogar.

Hoy lo logramos, después de varias semanas. Espontáneo. Ese es el logro que hoy valoro.

Queda, sin duda, el difícil trabajo de aprenderlo a verbalizar. Expresar lo que nos gusta y a dejarlo claro para los demás, para construir entre notros los acuerdos necesarios para lograrlo, esta vez, de manera intencionada. Hacer hogar no es una casualidad.

Estamos aprendiendo a generar nuestro hogar. Y este no es ya, para mi, un espacio ni ambiente definitivo, sino algo transitorio. Nos organizaremos de manera diferente cada vez. Por ejemplo, una vez que pasen estos días de "semana de vacaciones en casa", habremos de recuperar y/o inventar nueva rutina, aún en casa. 

Nuevos órdenes, nuevos equilibrios nos aguardan.

Me parece que el desafío, ahora es hacer conciencia de lo que estamos aprendiendo.

Habrá que revisar un poco cada día, para hacer cuenta de aprendizajes, y posibilidades de mejora. Por ahora, hacer conciencia de las posibilidades de construcción de un nosotros flexible y el sabor de hogar, abre la posibilidad de re-plantearnos y re-ubicarnos frente a la enfermedad, las crisis que enfrentamos en diversos frentes, el encierro, el manejo del estrés, y otros tantos desafíos.

Hace unos días, durante una conversación telefónica, detecté que una gran debilidad que tenemos muchos varones es nuestra incapacidad de hablar, de decir, de verbalizar. Creo sin duda, que participar del hogar es propio de hombres y mujeres. Sugiero comenzar por verbalizar: escribir o decir con nuestras palabras lo que queremos de un lugar que soñamos o deseamos construir como «nuestro», donde quepamos todos los que habitamos una morada. Y si no hay tal deseo, alegrarnos por igual. También eso es un gran descubrimiento que sin duda nos llevará por nuevos caminos. Y si no coincidimos... Platicando con una pintora, comentome que existen 5 tonalidades de negro (recomiendo ver "la joven del arete de perla", donde se analiza en profundidad el aprendizaje en reconocer la "variedad de colores" en la forma de ver las cosas).

... Y si no coincidimos...
Aplica el título: Estamos aprendiendo

Comentarios

  1. Muy buena reflexión y maravilloso el ejercicio que estás haciendo de observar, reflexionar y dejar testimonio de tu experiencia en estos días. Bravoooo

    ResponderBorrar
    Respuestas
    1. Creo que este ejercicio es necesario, para transitar de la vivencia, hacia la experiencia. Gracias por tu comentario

      Borrar

Publicar un comentario

Entradas más populares de este blog

Estamos aprendiendo II

Reflexiones cinematográficas

Una historia de hospitales