Hoy en mi cumpleaños...
José Miguel Herrera Romero
miércoles, septiembre 23, 2020
12:02 AM
12:02 AM
¡Hoy es mi cumpleaños!
En este contexto, por azares del destino, vivo sólo, en una cabaña en un pequeño bosque.
Reflexiono sobre la vida que me toca ahora vivir con cada día después de 21 años viviendo en familia en una casa, con diferentes personas con las que puedo con vivir y compartir labores de hogar, la familia.
Actualmente mi camino me ha llevado a un lugar en donde puedo experimentar y poner a prueba conocimientos agrícolas para ofrecer productos alimentarios sanos, cultivados de manera orgánica.
Estos días me han dado la oportunidad de reflexionar sobre los privilegios que, como varón y por situación socioeconómica, pude vivir durante décadas.
Hoy escribo especialmente para varones.
Les describiré un día para compartirles lo que he descubierto, imaginando como aquella vieja canción ochentera "si yo fuera mujer" :
Actualmente habito sólo, en una cabaña en santo tomás Ajusco. Es una de las partes altas de la ciudad, a más de 3000 metros sobre el nivel del mar. Es un clima de bosque, es muy húmedo y la sensación térmica es mayor.
Me imagino los días así:
Son las 5 de la mañana. Si me quiero bañar, tengo que levantarme a calentar el agua. Consideremos que son 7 grados de temperatura y no tengo gas, no tengo agua, de manera que tengo que levantarme a llenar cubetas de agua: puedo utilizar un colector de agua de lluvia y sólo consiste en salir a esa hora de la cabaña bien abrigado a llenar las cubetas y poner la resistencia. Para los que no saben, es poco más de una para que se caliente el agua para que esté a mi gusto.
Me puedo bañar, pero como ya dije, la sensación térmica hace más fría la percepción de la temperatura a esas horas. Yo no me voy a bañar! sin embargo, consideremos lo siguiente: en la hora que tengo para que se calentara esa supuesta cubeta, da tiempo apenas suficiente para tender la cama, hacer el desayuno, limpiar rápidamente la cabaña que, aunque es poco el espacio por barrer, hay que dedicarle su tiempo. Puedo hacerme huevitos, un té, exprimilre jugo a una naranja... preparar la lista de despensa que necesito para ese día: verduras, lácteos, huevos, en fin.
Son las 6:30 y debería ya estar en la calle en el supuesto de que vaya a la oficina.
Afortunadamente estoy en una de las zonas altas del ajusco: es la base de los camiones, tengo suerte y me tocará sentado, sin embargo, tengo que caminar alrededor de 20 minutos un tramo mal asfaltado de subidas y bajadas y charcos a oscuras. Puedo dormir una pequeña siesta, pues un tramo de 15 kilómetros se recorre a vuelta de rueda por el flujo de tráfico, somos muchos en esta zona montañosa que tenemos que bajar para llegar a las oficinas... Debo bajarme en el crucero: para los conocedores, es la zona de cambio de autobuses. Son otros $7 de gasto para viajar con un promedio de velocidad de 17 kilómetros por hora para acercarme a la oficina.
Realmente por motivos de trabajo, en medio de la pandemia, tuve que ir a la oficina. En esa ocasión gané unos minutos de ventaja antes de la hora programada para llegar y me debatí en comprar la despensa a esas horas, pero no traía bolsa de mandado - me dijeron que se puede conseguir un kilo de huevo en $22-, pero no tengo manera de transportarlo de manera segura de nuevo a la cabaña, así que en esas cavilaciones estaba cuando ya me encontraba frente a la puerta de la oficina.
Me imagino que siendo mujer, en vez de pensar cosas tan obvias para el sentido práctico, para ellas la preocupación sería limpiar los zapatos de tacón, acomodarse la falda, el saco, el maquillaje, acomodar la sonrisa y estar lista para poder entrar a la oficina. Así que de inmediato al espejo, arreglarse, poner bien el maquillaje, el peinado (para entonces el cabello ya estaría seco) y estaría lista para lucir contenta alegre y para que no me diga nadie nada en la oficina. Me imagino que si por casualidad se me ocurre bajar los hombros o no sonreír, no va a faltar el ejecutivo que me diga que le pasa, eso no es la actitud que se necesita en este lugar para trabajar, cambie ese semblante... Ah, si son educados dirán por favor, y claro, los hombres, lo he visto, decimos después: con esta persona no se puede trabajar, increíble que no tenga el ánimo para participar en la misión de esta organización, etc.
Evidentemente se trata de criterios de poder que los hombres hemos establecido en las organizaciones: éxito llama éxito. Tenemos que vernos bien, aparentar que somos tipos exitosos - cuando ya ha sido un éxito levantarse 4 horas antes para poder solamente llegar a la puerta de lugar para trabajar- pero un varón y /o ejecutiv@, desde sus privilegios de poder, enclavado en un machismo patriarca capitalista, como sucede en este país, es incapaz de percibir estas sutilezas que están detrás de llegar a la hora...
En fin, si yo fuera mujer, tendría que estar lista para sonreír bien arregladita y caminar con los zapatos de tacón con ropa ajustada, blusa semitrasparente para que todos me puedan estar acosando, digo, para que digan que soy una secretaría o una asistente ejecutiva alegre, de buena actitud, disponible, con interés de trabajar en equipo, pero la verdad es que todo el día estaría soportando miradas y acoso.
En todas esas horas de oficina cómo se antoja la soledad de esta cabaña y cómo se disfruta el silencio sin tener que darle cuentas de nada a nadie más que ante mí mismo, mi conciencia, mi trabajo y mi cartera: si yo no trabajo bien, no genero ingresos. Pero una mujer también tiene que pagar el precio de tener ingreso, soportar calladita que un varón en el mismo puesto gane más que yo, por no tener pene, pero tengo seguro social, una quincena fija... supongo que debe ser soportable soportar injusticias y no tener un minuto de descanso ni de estar a solas o relajar el cuerpo y estar "al servicio de los demás" .
Hoy me miro a mí mismo y me doy cuenta de que, saliendo de la oficina, a esas horas yo me iba a tomar un café con mis amigos o nos íbamos a tomar alguna cerveza a platicar... Y no me cabe duda que hay privilegios sexuales: para los hombres si hay condiciones para ir y tomar una cerveza, para platicar con los amigos, para salir a ver un partido de fútbol... pero para muchas mujeres lo que sigue es salir a la hora en punto, siempre pendiente de reloj. Tic, toc, tic, toc. Corre el tiempo: comprar despensa, hay que comprar la papelería que pidieron los hijos para cumplir con las tareas del día siguiente: la cartulina, el mapa... recordemos que no todos tienen internet ni computadora ni mucho menos una impresora. En fin. Ya con las compras y la despensa, de nuevo el transporte público otras dos horas. Calculo llegar entre 8:30 y 9:00 pm a casa. Pero está lloviendo...
Compartiré una anécdota que realmente me sucedió: iba de regreso a la cabaña, con ropa limpia recién lavada, traía 3 mochilas y... si, estaba lloviendo.
La cabaña está ubicada en una zona elevada de la ciudad. Es decir, las calles están en laderas de cerros por lo que están en su mayoría inclinadas... No llovía muy fuerte, sin embargo, ya había pequeños riachuelos a ambos lados de la carretera (y cuando digo riachuelos no sólo es la cantidad de agua que ya se ha acumulado, sino que además lleva cauce, de manera que, de no pisar firme, la corriente de agua me puede tirar). Hay que caminar saltando charcos, me muevo en zigzag a lo largo y ancho de la calle, de manera que avanzo muy lentamente: la chamarra no es impermeable y ya siento los hombros mojados, los pantalones me pesan porque la mezclilla ya se ha mojado. De pronto pasa un coche y ya no hay manera de mantener los pies fuera del agua, siento cómo penetra el agua en los tenis y dejo de saltar charcos... Ya casi llego a la casa, pero en el último tramo es una calle que va de bajada y toda la acera es un río peligroso, resbaladizo. Ahora debo caminar con cuidado. Cuando por fin llegué a la cabaña, me tuve que quitar toda la ropa y de inmediato intentar remojar enjuagar lavar y poner a secar las cosas como pudiera. Eso y el cambio de ropa me llevó alrededor de 45 minutos antes de poder dedicarme yo cualquier otra cosa.
Me imagino que si yo fuera mujer, con zapatos de tacón, en esas condiciones, mantener la calma y no llorar de desesperación debe ser el mayor logro en ese día.
No quiero imaginarme lo que sigue en la vida de una mujer como la que estoy yo tratando de escribir: los gritos de los niños, mamá me trajiste la cartulina? oye, también me pidieron una pelota de unicel, el marido que quiere su cena - porque el macho en su estupidez siente que merece las mejores atenciones, porque el héroe del día necesita reparar fuerzas- y todavía no acaba el día: falta además satisfacer los deseos del esposo que pide atención...
Mujeres: yo no sé de dónde sacan energías para, todavía, así, intentar... eso sin contar el animal que tienen ante ustedes...
Pero qué diferente es si está dedicado a consentir, acariciar, reconocer el esfuerzo invertido, honrar las fuerzas gastadas, reconocer el agotamiento y así detonar pausadamente un erotismo que recrea, que anima, que reconforta y hace un cierre increíble de día. Ya con eso que importa si coge rico o no. Claro, me imagino. Yo que sé.
Lo que sí sé es vivir sólo, ganarse el día y ganar el pan, vencer la tristeza o la flojera, no ceder a las tentaciones de distracciones - aquí no tengo televisión, no tengo la posibilidad de distraerme fácilmente, tengo que estar enfocado en aprovechar para escribir, para pensar, para leer, para meter las manos en cultivos y macetas...- Me cuesta muchísimo salir de casa tanto en tiempo como en dinero para hacer compras. Aquí la vida es diferente, al menos para mí. Me está resultando muy sano liberarme de rutinas que, sin darme cuenta, reproducen injustos privilegios.
hoy me doy cuenta que, como hombres, tenemos muchos privilegios que injustamente creemos que nos tocan, que son nuestro derecho, cuando en realidad son oportunidades que desaprovechamos para construir nuevas posibilidades de convivencia.
El asunto es que como varones, me parece, no reflexionamos en ciertas dinámicas, estructuras de relación, que hemos producido por décadas, en las que no nos damos cuenta de los privilegios que tenemos desde nuestra clase social y también desde nuestro propio sexo.
escribo con mucho gusto este vivir y éste reflexionar que me ha impuesto la soledad de una cabaña, el silencio del bosque, la amistad y hospitalidad de la familia con la que convivo aquí... Lo menos que puedo sentir es agradecimiento con todas las personas, su solidaridad y apoyos, amigas y amigos que me han ayudado para acondicionar este espacio. Muy gozoso, en este cumple estoy también agradecido: puedo decir que tengo cama, cocina, ropa caliente, alimentos en el refrigerador y en la despensa no me falta nada. Todo esto lo conseguimos entre muchos. Vivo sólo, pero para nada estoy sólo.
Creo que necesitamos aprender a reflexionar los días nuestras vidas.
En este contexto, por azares del destino, vivo sólo, en una cabaña en un pequeño bosque.
Reflexiono sobre la vida que me toca ahora vivir con cada día después de 21 años viviendo en familia en una casa, con diferentes personas con las que puedo con vivir y compartir labores de hogar, la familia.
Actualmente mi camino me ha llevado a un lugar en donde puedo experimentar y poner a prueba conocimientos agrícolas para ofrecer productos alimentarios sanos, cultivados de manera orgánica.
Estos días me han dado la oportunidad de reflexionar sobre los privilegios que, como varón y por situación socioeconómica, pude vivir durante décadas.
Hoy escribo especialmente para varones.
Les describiré un día para compartirles lo que he descubierto, imaginando como aquella vieja canción ochentera "si yo fuera mujer" :
Actualmente habito sólo, en una cabaña en santo tomás Ajusco. Es una de las partes altas de la ciudad, a más de 3000 metros sobre el nivel del mar. Es un clima de bosque, es muy húmedo y la sensación térmica es mayor.
Me imagino los días así:
Son las 5 de la mañana. Si me quiero bañar, tengo que levantarme a calentar el agua. Consideremos que son 7 grados de temperatura y no tengo gas, no tengo agua, de manera que tengo que levantarme a llenar cubetas de agua: puedo utilizar un colector de agua de lluvia y sólo consiste en salir a esa hora de la cabaña bien abrigado a llenar las cubetas y poner la resistencia. Para los que no saben, es poco más de una para que se caliente el agua para que esté a mi gusto.
Me puedo bañar, pero como ya dije, la sensación térmica hace más fría la percepción de la temperatura a esas horas. Yo no me voy a bañar! sin embargo, consideremos lo siguiente: en la hora que tengo para que se calentara esa supuesta cubeta, da tiempo apenas suficiente para tender la cama, hacer el desayuno, limpiar rápidamente la cabaña que, aunque es poco el espacio por barrer, hay que dedicarle su tiempo. Puedo hacerme huevitos, un té, exprimilre jugo a una naranja... preparar la lista de despensa que necesito para ese día: verduras, lácteos, huevos, en fin.
Son las 6:30 y debería ya estar en la calle en el supuesto de que vaya a la oficina.
Afortunadamente estoy en una de las zonas altas del ajusco: es la base de los camiones, tengo suerte y me tocará sentado, sin embargo, tengo que caminar alrededor de 20 minutos un tramo mal asfaltado de subidas y bajadas y charcos a oscuras. Puedo dormir una pequeña siesta, pues un tramo de 15 kilómetros se recorre a vuelta de rueda por el flujo de tráfico, somos muchos en esta zona montañosa que tenemos que bajar para llegar a las oficinas... Debo bajarme en el crucero: para los conocedores, es la zona de cambio de autobuses. Son otros $7 de gasto para viajar con un promedio de velocidad de 17 kilómetros por hora para acercarme a la oficina.
Realmente por motivos de trabajo, en medio de la pandemia, tuve que ir a la oficina. En esa ocasión gané unos minutos de ventaja antes de la hora programada para llegar y me debatí en comprar la despensa a esas horas, pero no traía bolsa de mandado - me dijeron que se puede conseguir un kilo de huevo en $22-, pero no tengo manera de transportarlo de manera segura de nuevo a la cabaña, así que en esas cavilaciones estaba cuando ya me encontraba frente a la puerta de la oficina.
Me imagino que siendo mujer, en vez de pensar cosas tan obvias para el sentido práctico, para ellas la preocupación sería limpiar los zapatos de tacón, acomodarse la falda, el saco, el maquillaje, acomodar la sonrisa y estar lista para poder entrar a la oficina. Así que de inmediato al espejo, arreglarse, poner bien el maquillaje, el peinado (para entonces el cabello ya estaría seco) y estaría lista para lucir contenta alegre y para que no me diga nadie nada en la oficina. Me imagino que si por casualidad se me ocurre bajar los hombros o no sonreír, no va a faltar el ejecutivo que me diga que le pasa, eso no es la actitud que se necesita en este lugar para trabajar, cambie ese semblante... Ah, si son educados dirán por favor, y claro, los hombres, lo he visto, decimos después: con esta persona no se puede trabajar, increíble que no tenga el ánimo para participar en la misión de esta organización, etc.
Evidentemente se trata de criterios de poder que los hombres hemos establecido en las organizaciones: éxito llama éxito. Tenemos que vernos bien, aparentar que somos tipos exitosos - cuando ya ha sido un éxito levantarse 4 horas antes para poder solamente llegar a la puerta de lugar para trabajar- pero un varón y /o ejecutiv@, desde sus privilegios de poder, enclavado en un machismo patriarca capitalista, como sucede en este país, es incapaz de percibir estas sutilezas que están detrás de llegar a la hora...
En fin, si yo fuera mujer, tendría que estar lista para sonreír bien arregladita y caminar con los zapatos de tacón con ropa ajustada, blusa semitrasparente para que todos me puedan estar acosando, digo, para que digan que soy una secretaría o una asistente ejecutiva alegre, de buena actitud, disponible, con interés de trabajar en equipo, pero la verdad es que todo el día estaría soportando miradas y acoso.
En todas esas horas de oficina cómo se antoja la soledad de esta cabaña y cómo se disfruta el silencio sin tener que darle cuentas de nada a nadie más que ante mí mismo, mi conciencia, mi trabajo y mi cartera: si yo no trabajo bien, no genero ingresos. Pero una mujer también tiene que pagar el precio de tener ingreso, soportar calladita que un varón en el mismo puesto gane más que yo, por no tener pene, pero tengo seguro social, una quincena fija... supongo que debe ser soportable soportar injusticias y no tener un minuto de descanso ni de estar a solas o relajar el cuerpo y estar "al servicio de los demás" .
Hoy me miro a mí mismo y me doy cuenta de que, saliendo de la oficina, a esas horas yo me iba a tomar un café con mis amigos o nos íbamos a tomar alguna cerveza a platicar... Y no me cabe duda que hay privilegios sexuales: para los hombres si hay condiciones para ir y tomar una cerveza, para platicar con los amigos, para salir a ver un partido de fútbol... pero para muchas mujeres lo que sigue es salir a la hora en punto, siempre pendiente de reloj. Tic, toc, tic, toc. Corre el tiempo: comprar despensa, hay que comprar la papelería que pidieron los hijos para cumplir con las tareas del día siguiente: la cartulina, el mapa... recordemos que no todos tienen internet ni computadora ni mucho menos una impresora. En fin. Ya con las compras y la despensa, de nuevo el transporte público otras dos horas. Calculo llegar entre 8:30 y 9:00 pm a casa. Pero está lloviendo...
Compartiré una anécdota que realmente me sucedió: iba de regreso a la cabaña, con ropa limpia recién lavada, traía 3 mochilas y... si, estaba lloviendo.
La cabaña está ubicada en una zona elevada de la ciudad. Es decir, las calles están en laderas de cerros por lo que están en su mayoría inclinadas... No llovía muy fuerte, sin embargo, ya había pequeños riachuelos a ambos lados de la carretera (y cuando digo riachuelos no sólo es la cantidad de agua que ya se ha acumulado, sino que además lleva cauce, de manera que, de no pisar firme, la corriente de agua me puede tirar). Hay que caminar saltando charcos, me muevo en zigzag a lo largo y ancho de la calle, de manera que avanzo muy lentamente: la chamarra no es impermeable y ya siento los hombros mojados, los pantalones me pesan porque la mezclilla ya se ha mojado. De pronto pasa un coche y ya no hay manera de mantener los pies fuera del agua, siento cómo penetra el agua en los tenis y dejo de saltar charcos... Ya casi llego a la casa, pero en el último tramo es una calle que va de bajada y toda la acera es un río peligroso, resbaladizo. Ahora debo caminar con cuidado. Cuando por fin llegué a la cabaña, me tuve que quitar toda la ropa y de inmediato intentar remojar enjuagar lavar y poner a secar las cosas como pudiera. Eso y el cambio de ropa me llevó alrededor de 45 minutos antes de poder dedicarme yo cualquier otra cosa.
Me imagino que si yo fuera mujer, con zapatos de tacón, en esas condiciones, mantener la calma y no llorar de desesperación debe ser el mayor logro en ese día.
No quiero imaginarme lo que sigue en la vida de una mujer como la que estoy yo tratando de escribir: los gritos de los niños, mamá me trajiste la cartulina? oye, también me pidieron una pelota de unicel, el marido que quiere su cena - porque el macho en su estupidez siente que merece las mejores atenciones, porque el héroe del día necesita reparar fuerzas- y todavía no acaba el día: falta además satisfacer los deseos del esposo que pide atención...
Mujeres: yo no sé de dónde sacan energías para, todavía, así, intentar... eso sin contar el animal que tienen ante ustedes...
Pero qué diferente es si está dedicado a consentir, acariciar, reconocer el esfuerzo invertido, honrar las fuerzas gastadas, reconocer el agotamiento y así detonar pausadamente un erotismo que recrea, que anima, que reconforta y hace un cierre increíble de día. Ya con eso que importa si coge rico o no. Claro, me imagino. Yo que sé.
Lo que sí sé es vivir sólo, ganarse el día y ganar el pan, vencer la tristeza o la flojera, no ceder a las tentaciones de distracciones - aquí no tengo televisión, no tengo la posibilidad de distraerme fácilmente, tengo que estar enfocado en aprovechar para escribir, para pensar, para leer, para meter las manos en cultivos y macetas...- Me cuesta muchísimo salir de casa tanto en tiempo como en dinero para hacer compras. Aquí la vida es diferente, al menos para mí. Me está resultando muy sano liberarme de rutinas que, sin darme cuenta, reproducen injustos privilegios.
hoy me doy cuenta que, como hombres, tenemos muchos privilegios que injustamente creemos que nos tocan, que son nuestro derecho, cuando en realidad son oportunidades que desaprovechamos para construir nuevas posibilidades de convivencia.
El asunto es que como varones, me parece, no reflexionamos en ciertas dinámicas, estructuras de relación, que hemos producido por décadas, en las que no nos damos cuenta de los privilegios que tenemos desde nuestra clase social y también desde nuestro propio sexo.
escribo con mucho gusto este vivir y éste reflexionar que me ha impuesto la soledad de una cabaña, el silencio del bosque, la amistad y hospitalidad de la familia con la que convivo aquí... Lo menos que puedo sentir es agradecimiento con todas las personas, su solidaridad y apoyos, amigas y amigos que me han ayudado para acondicionar este espacio. Muy gozoso, en este cumple estoy también agradecido: puedo decir que tengo cama, cocina, ropa caliente, alimentos en el refrigerador y en la despensa no me falta nada. Todo esto lo conseguimos entre muchos. Vivo sólo, pero para nada estoy sólo.
Creo que necesitamos aprender a reflexionar los días nuestras vidas.
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