Sobre el estúpido machismo patriarcal I
José Miguel Herrera Romero
17/10/2020.
No deja de sorprenderme que, en comunidades rurales, la mujer no hereda. En muchos casos ni siquiera la consideran en esos temas. Ellas no son opción. El hijo es quien recibe el patrimonio, independientemente de las atrocidades, errores o depravaciones que realice, incluso violencia hacia miembros de la familia: corre a la hija que cuidó al padre, la dejan sin bienes, le roban, la violan, etc.
Pero junto con el beneficio jurídico a favor del varón, veo con frecuencia una ventaja económica del estúpido patriarcado: el dinero ES del varón. Él decide qué se compra, cuándo, dónde y cómo. En alguna ocasión, doña Teresa —en alguna comunidad de las montañas de Veracruz, cuyo nombre no quiero recordar— me compartía que, al pedirle a su esposo dinero para ropa de sus hijas, el hombre contestó: "son tus hijas, para qué las tienes".
No cabe duda. Con "detallitos" como esos, hacemos de nuestros cotidianos días la fragua del machismo patriarcal: querámoslo o no, configuramos relaciones de poder y superioridad sobre los demás o, mejor aún, a favor nuestro.
Y no sucede sólo en el campo. También aunque tengamos casa propia, varios coches, vacaciones en Disneylandia, etc., el machismo es parte de la vida de los hombres, de nosotros, "porque así se ha venido haciendo con los años que transcurren y se van", cantaba Fernando Delgadillo.
Así que, en lo cotidiano, en el campo o la ciudad, todo el tiempo... El machismo, nuestro machismo, me parece, lo tenemos tan interiorizado, que se manifiesta sin darnos cuenta. "Fue sin querer queriendo", oíamos en la tele hace años. Y reíamos con ese chiste. Pero la realidad que construimos los varones no es para reír.
Pero, ¿cómo sucede esto?
El pensamiento lateral se refiere a hacer las cosas de modos diferentes, con diferentes procesos, para llegar a la misma solución de un problema. Implica aprender a pensar de diferentes maneras una misma realidad. Me parece fundamental reconocer que los machos partimos de un concepto de realidad ya definida, de una realidad que no se mueve: esto te toca (o sea, que a mi no), aquí mando yo (tú obedeces), esto es así y punto. Esta expresión de necedad también se manifiesta en relaciones de poder: el que manda y se equivoca vuelve a mandar, yo pregunto y tu contestas (o sea, no me interrumpas, yo estoy hablando la verdad)... Entre ciertos católicos, por cierto, todavía encontramos quienes creen que "bien sabemos los creyentes que somos poseedores de la verdad completa", es decir, sus planteamientos son los correctos y eso no está sujeto a discusiones.Este tipo de expresiones devienen debrayes (entiéndase disparates): en esa postura, nada cambia, existe un orden establecido, donde YO TENGO EL PODER. Como el mismísimo He Man, ni más ni menos.
Creo que es un afán mesiánico, que nos hace pensar como dioses: "yo tengo la razón"; es decir, lo que yo piense define la realidad. Por consiguiente, la verdad es lo que yo diga, lo que yo crea. Verbum es quod est, decía santo Tomás: si la verdad es lo que es, y yo digo la verdad, sólo existe en realidad lo que yo diga, aunque sean estupideces.
Por si fuera poco, no basta con gravitar en el cliché de si estamos bien o mal (o la validez de esos planteamientos o posicionamientos epistemológicos): los machos nos atrevemos a decir que dialogamos cuando se trata de monólogos encubiertos, que descalifican lo diferente, lo que no coincide con nuestra forma de pensar: esto (LO MÍO, así con mayúsculas, en negritas y subrayado) es o está bien, por ende, lo demás y los demás están mal. Fin de la discusión. Eso da paso a la terrible y violenta consecuencia: no se dialoga, no se escucha ni mucho menos puede haber comunicación, ni lazos ni vínculos. Más aún, queda cerrada toda posibilidad de aprendizaje, cuando lo que necesitamos hoy es, precisamente, abrirnos a la posibilidad de nuevas construcciones sociales.Dicho de otro modo, mi necedad, cerrarme a una discusión o a la posibilidad de cambiar mi modo de pensar, es muy propio de mi machismo patriarcal: soy hombre, ergo tengo la razón. Punto.Cada vez que nos enfada un punto de vista diferente, podría ser que se esté manifestando esta bestia irracional: es nuestro machismo dispuesto a defenderse salvajemente, agrediendo, gritando, insultando, nulificando.De poder mirar esa miseria, tal vez, podíamos acercarnos al conocimiento como aventurarse a la espesura de un bosque en medio de la noche, donde se palpa todo con precaución para ubicarse y hacer camino en la oscuridad. Las primeras veces es aterrador. Afortunadamente, los varones también podemos pedir ayuda o compañero de camino, para encontrar nuevos referentes.
Hace muchos años, Armando, un viejo amigo, también de feliz memoria, describió un patrón de conducta de muchos hombres; "no es que no te quiera, es que no estabas tú... y ella si". Con esa ironía, describía una actitud sexual infantil o de moral distraída o, mejor dicho, irresponsable, con un afán depredador: En nuestras relaciones con las mujeres, de pronto, "sin querer queriendo", se activa un sexoso y violento mecanismo machista que tenemos interiorizado y... No me provoques, mujercita. Si se da la oportunidad yo sí le entro. Quién quita y pega... Y en realidad no buscamos sexo, pero vamos a las relaciones como si anduviéramos con la bragueta abajo. Por si acaso.
Dicho de otro modo, convendría revisar si nuestros halagos a una mujer, nuestros coqueteos, tal vez reproducen un afán seductor con un claro un objetivo: sexo a discreción. A la mía, por supuesto. La consecuencia de la picardía o el albur o el coqueteo en relaciones con mujeres, pueden estar reproduciendo, esa estupidez que caracteriza al macho. Dicho de otro modo, si yo tengo la verdad, cuando yo tenga ganas de sexo es hora de tenerlo. Y afortunada aquella que yo elija. En su momento, una GRAN mujer me dijo que yo era un seductor profesional. Y yo, claro, lo negué.Lo que importa, en este mandato, es que opera un mecanismo perverso, irracional, disfrazado de espontaneidad, de creatividad, de diversión, etc., que se puede volver acoso: cuando incomoda, agrede, ofende o invade la intimidad y voluntad de la mujer, estamos ya pisando terrenos de violencia sexual. Vamos sin consultarles a ellas. Asquerosa egolatría.Este mecanismo, insisto, lo tenemos interiorizado de manera inconsciente; de ahí la perversión y violencia; lastima relaciones, la confianza, el físico y la intimidad de la amistad con el otro sexo, la dignidad y la vida de la mujer, pues en esa forma socialmente aceptada, allí ellas pierden su identidad. Más aún, a nosotros no nos importa. Sólo fue un coqueteo, por si acaso.
Con sorpresa me descubro reproduciendo esta trampa en mi relación con mujeres. Por ello me disculpo. Lo lamento en verdad, queridas mujeres. Reconozco hoy que, sin darme cuenta, más aún, sin la más mínima intensión, reproducía yo ese afán depredador. Los hombre si tenemos derecho a ver, a decir frases, a insinuar... y con eso de que yo no golpeo y no mato, pues menos tenía la capacidad de verlo.Yo creo que los hombres deberíamos acercarnos al trato con nuestras amigas con la humildad de quien se reconoce falible. O humanos nada más. Eso si es liberador y transformaría nuestras relaciones. si quisiéramos aprender y caminar juntos... Aunque digan que salir a buscar el santo Grial es cosa de magia y suene infantil.
Francisco Fortuño señalaba una imagen muy frecuente en el porno que, me parece, nos tiene atrapados a los hombres: un pene en erección con una mujer aullando de placer, rendida en adoración, culto y obsesión por un falo que le produce EL PLACER ÚNICO de tooooda su vida.
Esa imagen bien vale por una metáfora. Por una parte, el machismo patriarcal nos tiene a los varones como idiotas, haciendo todo por tener EL GRAN FALO: presumimos, albureamos, hablamos en doble sentido, humillamos a los demás, para que yo sea "el alfa". Ah, y la pastillita azul o las cremitas, porque no podemos fallar en nuestro desempeño sexual. ¡Somos poseedores de la verdad completa!
Esta imagen del encuentro sexual me parece que nos tiene obsesionados a los hombres= machos, pero también podría leerse bestias o animales.
Asimismo, esa metáfora refleja una obsesión y una especie de mandato de género para la mujer: ellas DEBEN ser felices con nuestro desempeño sexual, cualquiera que este sea (dueños de la verdad, los machos ya sabemos cómo dar placer, por sólo tener pene, así que su obligación es gozar con nosotros, incluso aunque estemos borrachos). De esta manera, si algo no sale bien, son ellas las que están mal. Es su culpa. Es más, nos ofenden cuando no gozan con nosotros. Además ellas deben adivinarlo... Eso es porque ellas no saben gozar, decimos.
Con esa metáfora, también, si hubo ruptura, pleito o distanciamiento, todo se resuelve con el "si yo te contento": la reconciliación va acompañada de sexo, en donde ella, "mi amada ahora recuperada", se entrega a la gran erección... Hoy me resulta humillante vernos a los machos tratando de restablecer relaciones en donde ofendimos, maltratamos o lastimamos o matamos algo en una mujer: ¡Ya pedí perdón! ¿Qué más quieres? Y es que para que los machos nos podamos sentir bien, deben rendirse otra vez las hembras ante el falo del alfa. Igual yo estaba, moviendo antes, sin darme cuenta, todo en mis relaciones para lograr el reconocimiento y el privilegio. El mecanismo perverso es el mismo. Lo lamento en verdad.
Reconocer esta mierda, que no tiene otro nombre, dolió cuando me atreví a escribirlo en primera persona. Es asqueroso, por construir relaciones desiguales e inhumanas.
"Eres un asqueroso ególatra", me dijo en broma hace mucho Adalberto Espinosa, un genial y querido amigo, asesinado tiempo después por un tipo en el que, entonces sí, reconocí las terribles consecuencias de su broma. Nuestro machismo mata.
Y es que la consecuencia del machismo patriarcal es, me parece, un aislamiento que nos mantiene a los varones incapaces de vincularnos con las demás personas. Incluso con nosotros mismos. Cegados por encarnar estereotipos que nos vuelven animales, ni siquiera podemos ver quiénes somos en verdad. Así no se puede construir ni cambiar nada. Mucho menos rescatar nuestra propia hombría ni apropiarnos de nuestro propio camino.
Nuevamente pido perdón. Y también me perdono. Eso es fundamental para rehacer mi ruta. Ojalá no sea navegante en solitario. Creo que, como en la gran hazaña de Dukerke, (¡se puede ver la película!!!!), si somos más, navegando cada uno con nuestros propios recursos, haríamos mucho bien a nuestras familias, esposas, amistades y familiares mujeres.
Me empieza a gustar que, al identificar estas formas inconscientes de las que yo participo y que continuamente debo revisar, es más fácil referirme a esas conductas como propias del estúpido machismo patriarcal: no entendía lo que estaba pasando en mis relaciones, cuando en realidad era lo que yo estaba reproduciendo: una estupidez. Dicho de otro modo, no soy ni seré infalible, sólo reconozco mi propia estupidez...
Perdón nuevamente, amigas mías, y gracias por su tolerancia, los zapes y llamadas de atención. Su generosidad no tiene límites.
¡Me late eso de pasear por el bosque de noche! Tal vez pronto vengan más nuevas reflexiones.
"Ojalá no sea navegante en solitario." El cambio que buscas llegará en solitario y tiempo después encontrarás personas que naveguen tus mismas aguas. O no. Saludos.
ResponderBorrarSigue escribiendo.
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