¡Hay un león en mi cabaña!
José Miguel Herrera Romero
Después de varias semanas de trabajo en Tula de Allende, Hidalgo, regresé a México. Casi un mes después de no dormir en mi cabaña por motivos de trabajo, por fin vuelvo lleno de ansias y añoranzas. Cansado, cargando equipaje, descubro que, con estas nuevas disposiciones del semáforo rojo, desconozco de pronto la ciudad, el tráfico, el clima... Esta sensación se vuelve más clara en la medida que subo hacia el Ajusco, que tiene particularidades boscosas que el resto de la ciudad no posee. No cabe duda que me he adaptado a ese clima. Y me gusta y ya lo extraño. Ya ansío llegar.
Mientras regreso, con los temores propios de desplazarse en medios de transporte público, repaso algunas contradicciones que de pronto parecen simpáticas: En Tula te pueden multar si no llevas cubre bocas, no se vende alcohol, no hay manera de conseguir ropa interior (bueno, se me olvidó empacar suficiente) pero chamarras sí. El no circula no respeta a coches híbridos, pues es una medida de salud, no para reducir la contaminación (de ser ese el caso, cerraría la refinería, jejeje), aunque dicha medida sólo funciona de 8 a 10 am...
Al mismo tiempo se cruzan otros pensamientos: Los mensajes de familia y amigos describen dolores por pérdidas de familiares y conocidos y cercanos... Si. Viajo con miedo. Como muchas personas más, que diario se tienen que trasladar hacia sus lugares de trabajo. Hay que hacerlo si queremos comer.
Este viaje me hizo pensar que ya estamos agotados con tantos meses de pandemia. Muchos ya estamos al límite de tolerancia. Al mismo tiempo que algunos ya estamos hartos, también queremos contacto físico, abrazos, cervezas, reuniones de amigos, las cafeterías con música instrumental de fondo (algo bueno debe suceder, pues, después de todo, hay menos personas oyendo reguetón, creo)... Y como dice el meme, "pero me acuerdo que tampoco tengo dinero y se me olvida". Afortunadamente puedo recular en mis pensamientos y replantear: ¡Qué difícil se vuelve darse a la tarea de saborear un café con el sabor de hospitalidad y de compañía, con las voces que personas conocidas, en medio del bullicio de la ciudad y la tranquilidad de sentir algo de control, con la sensación de que las cosas están en orden...! Pero sólo hay cada vez más silencio, más negocios cerrados...
De pronto me paro, levanto la vista y me encuentro con ella... Es la puerta de... del zaguán ¡He llegado por fin! Sólo unos pasos más de un delicioso camino cubierto con varitas de pino que caen continuamente, más en estos meses de sequía.
Justo recuerdo que leí hace poco que el mes de enero, en los tiempos del imperio romano, tenía por nombre Ianuro, en honor al dios Iano, que era el protector de puertas y entradas. A esta divinidad se la representaba con una vara y una llave. Y ya toca, por fin, abrir la puerta de mi cabaña. Es mes de planes, de ilusiones, pero también de abrir puertas simbólicas y, estar de nuevo en casa, parece preguntarme, de pronto, por las puertas cerradas y las nuevas que se abren en medio de tantas incertidumbres.
Y de pronto, se oye un rugido.
¡Es un león! Parece que un vecino es mago o algo así. Lo cierto es que aquel animal parece de pronto descubrir mi presencia y ruge. O al menos eso quiero pensar. Algunos disparates también pueden resultar agradables. Y este me ayuda a confirmar que estoy en casa, en mi espacio.
De nuevo, otro rugido me recuerda que sólo tendré 48 horas, pues de nuevo debo volver a salir otra semana más. Disfruto estos momentos de soledad, de mi silencio, un poco de práctica de esgrima con mi espada, caminar por el bosque, regar plantas, limpieza, planeación, enviar CV... Mucho trabajo.
Así, en medio de ideas que se revuelven, de disparates que se me ocurren, medito en puertas cerradas, en amigos y familia que ya partieron, provocados por este virus de mierda (por cierto, si ese bicho fue inventado, que el diablo confunda a los imbéciles que lo crearon y se los lleve al infierno y hagan fiesta con ellos). Al mismo tiempo, bendigo a los míos. Les deseo lo mejor, en medio de todas las dificultades que sorteamos día con día y, en especial, en el ojo de este huracán de miedo.
Ruge el león una vez más. No se dónde está, pero esta fuerza animal se hace presente, inundando todo el ambiente con la brisa que ayuda a difundir su presencia, su fuerza. El sólo imaginar tenerlo cerca de pronto me pone alerta. Si. Eso me recuerda con agrado que también tengo miedo y preocupaciones y estrés y deudas... Y, al mismo tiempo, también tengo ilusiones y sueños y anhelo convertirme en una pareja digna en una relación plenificante, con proyectos de capacitación que ya diseño y... Y mucho trabajo. Acojo todas estas emociones que, como en un coktail, se revuelven todas y se vuelven un brebaje que debe saborearse, lento, pausado. Y disfrutase, que cada emoción tiene su propia enseñanza, según aprendí recientemente y según mis maestras, presencias femeninas llenas de sabiduría profunda.
Siguen los rugidos, y me ayudan a sentirme en casa. Pero sobre todo, a retomar pendientes. Por la noche, seguramente llegarán los ronquidos de aquella bestia, mientras -como evoca la canción- comienza la fiesta de animales, mientras el león duerme esta noche.
Yo velaré un poco, pues quiero volver a ver "La sociedad de los poetas muertos". Quiero viajar hacia aquellos años, llenos de ilusión. Hoy debo recalibrar proyectos, objetivos, posibilidades. Necesito abrevar de mis más profundos anhelos para recargar pila y seguir. Quién sabe, tal vez me lleve a soñar los años de universidad, cuando todo parecía posible... Si lo logro, mi cabaña, con los rugidos y ronquidos del león, me darán la paz y seguridad de sentirme en casa, en medio de tantas crisis, en medio de la pandemia. Y, ¿por qué no? Tal vez me darán los nuevos ánimos para cerrar y abrir las puertas simbólicas que corresponden a mi momento de vida.
Feliz 2021 para todos.
Siempre es un placer leerte, querido Miguel!!, un abrazo!!
ResponderBorrarVaya bienvenida simbólica, la fuerza del León.
ResponderBorrarGracias!!!!!!
BorrarEl león alguien erguido, fuerte y decidido !!!
ResponderBorrarEfectivamente. Una experiencia fortalecedora. Saludos!
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