la no intervención o el cultivo orgánico
José Miguel Herrera Romero
Hace algunos años, visitando el glorioso estado de Pijijiapan, Chiapas (hay que decirlo así porque si no se cabrean los buenos y peleoneros amigos de allá, jeje), sucedió que tuve que aprender a caminar mirando hacia la copa de los árboles: en cualquier momento podía caer un delicioso y maduro mango. Otro tanto me tocó ver años después en la parte baja de Veracruz, en municipios cerca de las costas. Una cantidad impresionante de fruta se apila como desperdicio, que cae de los árboles con tanta abundancia como la lluvia.
Estos días de verano, en Tula, Hidalgo, el clima es cálido. Allí, en el rancho donde trabajo, los mantos acuíferos están muy cerca de la superficie. Es decir, si cavamos un pozo, en menos de un metro nos toparemos con agua. Ahora, con las lluvias, las plantas crecen por todas partes, los árboles reverdecen y se nota que, mientras en primavera todo florecía, ahora ya se dejan ver frutos en los árboles y los alimentos están listos para corte: calabaza, tomate, betabel...
En estos climas, mientras el clima sea bondadoso, las plantas crecen con
mínimos cuidados. Me parece que podríamos ver o hacer una curiosa analogía: en muchas familias se reproduce ese mismo principio en las relaciones: no intervenir ni enfrentar conflictos ni decidir. Este hijo nos salió malo, este otro salió bueno para el estudio, aquel resultó re bueno pa´l trompo (pelear a golpes)... Este de acá es re bueno para los negocios...
El buen maestro Freire, por su parte, señalaba en alguno de sus libros cuando llegó una plaga a un plantío. Un campesino clavó una estaca y exclamó: "listo, hasta aquí llegará esa plaga y se irá". Efectivamente así sucedió, claro, una vez que los insectos devoraron cuanto pudieron y prácticamente toda la siembra se perdió.
En suma, hay una mentalidad de no reflexionar ni cuestionar, de dejar las cosas como están, de no intervenir ni criticar ni discutir ni aceptar errores ni pedir perdón... Estos para mi son los ninis.
Mientras tanto, en Ajusco, zona boscosa a más de 3 mil metros sobre el nivel del mar, donde vivo algunos días de la semana, allí muchas casas no tienen conexión al drenaje y, cuando llueve, debemos baldear agua para llenar el aljibe y tener nuestra propia reserva de agua, aprovechar cuando hay sol para lavar y poner la ropa a secar, lo
mismo que hacer las compras antes de que las tormentas cotidianas hagan
imposible las salidas fuera de casa.... En estos contextos, me parece, podemos encontrar otra manera de ver y vivir: son acciones de previsión de un futuro mejor.
Por mi parte, participo en un proyecto que realiza cultivo orgánico de plantas: aquello que se pudre se puede aprovechar y convertirse en abono cuando le damos el tiempo y el proceso adecuados; abonando y podando, aplicando productos orgánicos (es decir elaborados por nosotros mismos, como caldos de plantas aromáticas), potenciamos las fortalezas de las plantas, hay que investigar cuáles de ellas pueden ir al lado de otras para fortalecerse una a otras y potenciar fortalezas, con acciones continuas, con trabajo, esfuerzo continuos...
Hoy pienso que podríamos ser mucho más creativos y prever nuestra propia visión positiva de futuro, como en las zonas altas de montaña y, con base en ello, trabajar relaciones de manera semejante a los cultivos orgánicos: porque queremos un mejor ambiente, mejores tratos y respeto, podemos definir cómo hacer uso de recursos a nuestra disposición para aprovecharlo todo, hasta aquello que está podrido.
Como me comentó alguna vez un profesor de la Universidad Autónoma Chapingo "los árboles son como los hijos: hay que formarlos. Por eso hay que podarlos, darles la forma que nosotros queremos". Acto seguido me dijo de un modo políticamente correcto que imaginara recoger frutas a más de 5 metros de altura... ¡Y entendí la metáfora!
Prever, imaginar, decidir, intervenir... ¡Actuar! Este tipo de lecturas de la vida cotidiana me ayudan a discernir nuevas posibilidades para la acción en un contexto cambiante.
Pero me acuerdo del "aquí no hacemos eso, así no cultivamos aquí" y... Y creo que ahora entiendo un poco mejor los mecanismos perversos de la violencia, la inequidad, la exclusión, el abuso... Y es que a ser hombre se aprende.
Es cierto, permea en muchos una actitud miserable o inhumana que se parece a la creencia antigua del éter: un estado físico de ausencia de partículas, que desaparecía casi al instante. Si investigamos un poquito, veremos que hoy ese elemento -en realidad la quintaescencia en la antigüedad- es un concepto que revoluciona concepciones científicas: el vacío de partículas no puede de hecho estar vacío de energía.
Creo que hay que empezar con aplicar formas y modos de convivencia que sí queremos -independiente de las expectativas de los otros-, de manera que, con procesos de reflexión a posteriori, analicemos con los demás el impacto de los logros conseguidos, para propiciar un caer en la cuenta del valor de realidades construidas, de manera que podamos transitar, ahora de una manera más consciente, hacia un “va sucediendo”: un presente continuo de nuevas formas de relación, que posibilita nuevas construcciones sociales.
Me parece que esta postura no es negociable en términos antropológicos. Dicho de otro modo, me atrevo a pensar que quien no gravita en mentalidad de transformación, no es humano y, como diría Pico della Mirandola, lo que existe es una asquerosa egolatría, un individualista rampante, niños inmaduros en cuerpos de 40 años o más, mediocres... reptar o gravitar en umbrales de bestialidad también es una opción.
Si realmente queremos algo diferente, hemos de redirigir nuestras intenciones hacia nuevas posibilidades de convivencia y de solidaridad, de manera que susciten un un “hacer-con” las personas para transitar hacia el “hacer-hacer”, donde cada uno se vuelva un poco más responsable. Implica trabajo, sudor, inteligencia, esfuerzo. Pienso que asumir nuestra dinámica como personas nos pide mirar y respetar la inercia de la naturaleza, para armonizarse con ella. No se contraponen, sino que se distinguen y precisamente por ello se complementan.
Así visto, es muy poco el margen de acción. Este es precisamente el que vale la pena y nos permitiría impactar en verdad en el mundo.
Excelente artículo!!
ResponderBorrarMe encantan las formas en que al manejar el lenguaje obliga a la reflexión, podas el pensamiento y nos muestras el análisis que vas haciendo...me invitas a trabajar, Gracias a Dios, no soy nini...Bendiciones
ResponderBorrar