Mientras tanto, en Tula…
José Miguel Herrera Romero
Es martes. He baldeado ya más de 20 cubetas de lodo tratando de sacar el agua que "se metió" en el invernadero: el agua empuja de abajo hacia arriba. Es medio surrealista esta jornada.
Trabajo en un invernadero en Tula de Allende, Hidalgo. Con precauciones tomadas desde su instalación, pusimos camas de siembra elevadas, que protegieron los cultivos de las lluvias excesivas, pero los encharcamientos en pasillos fueron inevitables. Tuvimos al menos 3 días con lluvias intensas y laaaargas. Tan sólo el lunes llovió por más de 8 horas. La casa se inundó y despertó a todos los habitantes con encharcamientos por todas partes. Fue una noche larga, sin dormir, baldeando y baldeando. No hay manera de que filtre tanta agua de lluvia en el suelo. Así que todo desborda.
Mientras trato de sacar agua del invernadero, sobrevuelan los helicópteros sobre nosotros. El río Tula desbordó anoche y, adicionalmente, tuvieron que desahogar agua de la presa porque su estructura podría ponerse en riesgo. No era negociable. 20 cubetas de 20 litros suman ya 400 litros en este invernadero, sin contar el agua de la casa. Pienso que es una tarea tautológica (hace referencia a una tarea que se repite sin sentido); inútil, pues el suelo no puede absorber tanta lluvia, no baja el nivel de agua y sigue nublado. seguramente lloverá más y el nivel de agua...
Trato de mantener paz mental, ¡pero me acosan tantos pensamientos! esta vorágine de imágenes provocan un bullicio mental que sólo genera más estrés y ansiedad. La inminente promesa de la noche aterroriza; seguramente el insomnio ahora no dejará dormir. Les trato de dar cauce y procuro volverlos reflexiones:
- Pienso en las familias afectadas. El ruido de helicópteros me evoca imágenes de guerra; seguramente algunos trasladan enfermos del hospital inundado, mientras que otros sobrevuelan áreas afectadas por las inundaciones. A nosotros sólo nos llegan rumores. No hay señal de internet ni de teléfono ni de celular. Estamos incomunicados. Parece que se respira miedo en el ambiente.
- Recuerdo cuando entré a trabajar en una organización con proyectos en Chiapas allá por el año 2000. Aún no conocía todos los proyectos cuando cayeron lluvias torrenciales y debía hacer un escrito para nuestros donantes, pidiendo apoyos para las comunidades de los Altos de Chiapas. Todos los proyectos valieron madre, para decir lo menos. Los cultivos se perdieron, los pollos se ahogaron, junto con meses de trabajo y financiamiento invertido, que se traducía en falta de alimentos para los meses por venir. Viviendas arrasadas por el agua. Familias que perdieron sus miserables propiedades, ropa, escasos muebles… Algunas sólo pudieron salvar lo que cupo en una cubeta y a correr... Eran por todas partes tan malas noticias y leer sólo testimonios de absoluta desgracia me dejó sin recursos y me puse a llorar. Y pensar que entonces no estuve allí…
- Otra cubeta más de agua que se vacía en… Pero, ¿a dónde, si todo está inundado? Miro todos los terrenos encharcados y pienso en los cultivos. En el terreno de enfrente, donde el maíz aún no madura y huchas mazorcas se perderán. Caminar entre esos cultivos es pisar lodo, por lo que allí no conviene andar, ni siquiera para evaluar daños. Los campesinos o jornaleros así no pueden trabajar. No tendrán ingresos esos días no laborados…
- No dejo de pensar en las familias ubicadas en torno al margen del río Tula. Han perdido todo, en un momento, obligados por la Guardia Nacional para evacuar. Son instrucciones, dicen. Y es que la ciudad de Tula se encuentra en la parte baja de una serie de colinas. Es como una cazuela, Están en el fondo. Mercados, tiendas, bancos, notarías... Luis, un buen muchacho que traban en una distribuidora de semillas está sin trabajo. Todo, todo de inundó. Semillas a granel, chiles secos, especias, todo quedó bajo dos metros de agua...
- Aquí en las parcelas tenemos encharcamientos abundantes. Ubicados fuera de la ciudad de Tula, estamos en zona elevada, al menos a 3 kilómetros del río desbordado. Acá las familias lograron hacer una salida sólo para para uno de muchos charcos. Lleva al menos 24 horas drenando agua. Pero la Ciudad de Tula es el mito real de la Atlántida, una ciudad bajo el agua. Pienso en electrodomésticos, alimentos, locales del mercado donde antes me surtía de alimentos, donde también venden zapatos, ropa, insumos de celulares… Todo se perdió o se pudrió en pocos minutos. Desabasto es lo menos por llorar. Esta gente perdió su inversión, anual en muchos casos, en productos para vender. La economía local se viene abajo en estas tragedias.
- Siempre he trabajado en Organizaciones de la sociedad Civil. Ahora pienso en Ponposo, un agrónomo de toda mi confianza, mi amigo. ¡Qué cómodo era darte instrucciones desde mi oficina, seca, iluminada y calentita en la Ciudad de México! Qué diferente es ahora, conviviendo con las familias desveladas y agotadas físicamente, mirando sus rostros desanimados, su angustia por perder muebles sin poder sacarlos a secar. ¿A dónde, si todo está inundado y seguirá lloviendo? Perdón, por dejarme envolver por la dinámica urbana, la lógica de productividad... Si, son necesarios otros itinerarios de solidaridad.
- Por su parte, Pil, la hija de mi señor Alejandro, (así le digo a mi jefe-amigo-maestro de vida-y anexas), me ofreció depositarme dinero para apoyar a las familias, pero… ¿Dónde mierdas se puede sacar dinero de bancos inundados, de tiendas de autoservicio inhabilitadas, sin taxis que me lleven a la ciudad…?
- Yo tomé precauciones. Me había comprado botas de hule. Una semana antes, mi cuarto se inundó por fuertes aguaceros, (la desgracia no se hizo en un día), aún ubicado en primer piso. Ahora, desde que llegué improvisé cortinas de plástico desde fuera de las puertas y ventanas, además de jergas por dentro. Pero los guajolotes ni gallinas de libre pastoreo buscan zonas altas para hacer nido ni las vacas determinan las ubicaciones de sus corrales… Animales estúpidos, pienso, mientras me entero del recuento de nidos inundados y pollos ahogados que se perdieron. No habrá más huevo ni pavos navideños ni leche… Este desastre al menos afectará hasta la navidad. ¿Y luego?, sin dinero para la próxima cuesta de enero… ¡Urgen créditos! Pero, ¿dónde? ¡Carajo! Y a seguir intentando sacar agua…
- Pienso en el cambio climático. Mi gran amigo, el filósofo Luis Aranguren, señala que “la insostenibilidad del planeta o de nuestra vida cotidiana son dos caras de la misma moneda”. Es un estilo de vida lo que debíamos cambiar, al menos desde hace 60 años. Aquí ya no hay más remedio. Tendremos que cambiar. ¿Pero hacia dónde, ya con todo perdido para muchos?
- No hay manera de regresar a la Ciudad de México. La terminal de autobuses está inundada. Huehuetoca también se inundó y sólo hay salida por Tepeji del Río, dice un taxista que de pronto encontré. “Pero las filas de tráfico son enormes. Todo el flujo está por allá y no sabemos cómo está el acceso a México”. sería mejor irme a Querétaro… Todo son rumores, que invaden el desgano y la desesperación.
- Y la perspectiva de género… Doña pilar y la señora Delia nos pidieron botas para poder trabajar en lodo que abarca todo. Pero no es sólo en la emergencia. Jamás lo habría imaginado. Los hombres son los únicos que tienen botas y mi idea de botas negras está relacionada a varones. Ahora pienso que en el campo hay una la oportunidad de empoderamiento para las mujeres con sólo unas botas para mujer. Tan sencillo y, a la vez, tan importante: Muchas mujeres en el campo no trabajan más ni obtienen más ingresos porque no tienen equipamiento adecuado. Muchas trabajan en condiciones inadecuadas, sin botas ni guantes ni mandiles ni desinfectantes..., en ocasiones con riesgo para su salud. Si van a apoyar, consideren mandar botas para mujeres, de color rosa o violeta, claro. Para ellas es importante. Estos gestos significan que vemos por ellas específicamente. Eso también contribuye a generar una nueva sociedad.
- Los hombres, por su parte… A tragar camote. Estoicos, dicen, que remite a fortaleza y aceptación. Pero el no hay dinero es lo que en realidad tienen. No tienen nada, les miro como un desfile de entes vacíos, sin sentido ni poder, impotentes. Pero que nadie se entere. Y sin dinero para comprar licor dónde ahogar sus penas…
- Mientras trato de escribir estas líneas, aquí en mi cabaña, en Ajusco, apenas sale el sol y son las 2 p.m. Necesito un licor para pasar todas las emociones que se atoran en el cogote. Conseguí un whisky barato (yo prefiero el dulce brandy, pero por aquí no venden). Se reavivan emociones que me desbordan y los sentimientos de impotencia, aunque estoy a salvo, recargando pila para volver a tula. No puedo evitar llorar al permitirme sacar tantos sentimientos que se agolpan con estos pensamientos. La conexión emocional es abrumadora. Qué puedo decir. Es parte de esta sensibilidad profesional de involucrarse en procesos sociales, me decían en la Universidad, cuando me formaba como trabajador social. Mientras, Basilisco, así le digo a un perro alaska, me viene a visitar. Le ofrezco el papel con mis lágrimas y se los quiere comer. Por supuesto, de inmediato los escupe. Perro idiota. Su voracidad me devuelve a carcajadas el ánimo en medio de estos raros sentimientos. Serrat también ayuda.
- Ahora, amenazan poblaciones muy grandes de mosquitos con el agua de inundación. los fantasmas de chikunguña, del dengue, del Nilo Occidental o del Zika, son las amenazas a prevenir. Estamos en temporada de huracanes y más lluvias están por venir. Así que a tomar precauciones y a educar en manejos de basura, que ahora sobra. Me siento desbordado, como muchos por acá. ¡Nos hace falta tanto!
No es lo mismo verla venir que hablar clon ella, dicen. Si. No sólo la vi. La sentí. Mi cuerpo adolorido me hablaba de la impotencia, la frustración, la desesperanza y del sin sentido. Así que en realidad eran muchos fantasmas, acosando en Hidalgo por todas partes. Recuerdo en los mitos bíblicos al endemoniado de Geraza (Mc 5,1-20), un fulano (entiéndase cualquier persona), un endemoniado rechazado. Despreciado, abandonado, todos le temían y lo evitaban. Cuando se presenta ante el nazareno, su identidad es “mi nombre es legión, porque somos muchos”. Si, una legión de males nos acosa ya. No habrá solución por decreto. Habrá que construirla. Comenzar de nuevo desde lo mucho perdido. Justo es el caso de muchas historias personales.
Al escribir estas líneas, ya van varios días con sol en Tula. Los suelos tienen oportunidad de absorber el agua, se limpian las calles de lodos y, ante tantas pérdidas… Esta semana que inicia llevamos cloro, botas para mujeres y herramientas. Cemento para lecherear en los techos y reducir goteras...
Así es de manera semejante, en nuestras vidas. No podemos parar. Desbordados, con tragedias personales y sentimientos revueltos, sin claridades, sin certezas, animados sólo por débiles añoranzas. ¡Qué fuerte es esto de estar sensibilizado!
Amigo, lloro contigo...es tan fuerte perder todo y la imposibilidad de rescatar algo. Tula es un ejemplo de la fragilidad humana ante la naturaleza. Sabes a veces el llorar nos limpia los ojos y nos permite recargarnos para seguir adelante. Estoy contigo querido amigo
ResponderBorrarMiguel, en qué puedo ayudar.
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