Todos a la mesa… ¿incluidas ellas?
José Miguel Herrera Romero
Me preguntaron hace poco cómo explicaría la inclusión.
La pregunta sucedió en el contexto de un encuentro de docentes de bachillerato de distintos sistemas y estructuras de preparatorias, organizado por la Subsecretaría de Educación Media Superior del Edomex, en coordinación con fundación Share y con integrantes de Organizaciones de la Sociedad Civil, OSC.
El cuestionamiento sucedió en la hora de la comida, así que de inmediato tomé la alegoría de la mesa y lo conté en primera persona:
Imaginemos, por un momento, que la inclusión es como tener por objetivo que todos podamos comer en mesa. Entonces tendría qué preguntarme primero: ¿Qué tareas tendría por realizar para que esto sea posible?
Si pretendo ser congruente, tendría que partir del lugar: ¿qué modificaciones hacen falta para que, por ejemplo, pueda venir a comer una persona en silla de ruedas? ¿Le van a servir la comida a un viejo?, ¿cuál tendría que ser el menú, o habrá varios?, ¿la mesa tendría que ser cuadrada, redonda de qué altura?, ¿es necesaria una mesa?, ¿habría un orden de distribución entre los comensales?... “Y así…”
Las respuestas a estas y más preguntas, hacen el panorama de lo que yo entiendo por inclusión.
Y con mis propias preguntas me he quedado desde hace ya varias semanas en mi propio desafío de construir mi visión de inclusión.
Como aprendí recientemente en clases de español para muchachos y muchachas sordas y ciegas, urge primero clarificar el sujeto ya que, al precisar a quién nos referimos, podemos precisar ideas coherentes para entender y darnos a entender. Es, me parece, un paso obligado si queremos hablar de inclusión.
¿A quién queremos incluir? Dicho de otro modo, ¿de quién estamos hablando?, ¿de personas con discapacidad?, es personas de otras razas?, ¿eso incluye la gran riqueza de la diversidad sexual en la comunidad? ¿Los pobres están incluidos en nuestro concepto de inclusión?, ¿los enfermos crónicos no?
Las preguntas llevan una trampa, pues insinúan, de modo muy sutil, que tengo escondido por allí en mi conciencia límites en mi concepto de tolerancia. Dicho de otro modo, necesito cuestionar lo que considero normal, ”…para ir más allá, donde es más hondo, expuesto a donde las corrientes marinas nos mueven en altamar…”, invitaba Roger Etchegaray. El ejercicio vale para mí, porque me abre las entendederas, como decía mi abuela.
La distinción no es de importancia menor. Por ejemplo,
Trabajo con sordos y ciegos. Para el proyecto también se incluyen hipoacúsicos y débiles visuales. Sin embargo, las comunidades de sordos distinguen siempre a los hipoacúsicos. El proyecto de inclusión social tiene que incidir en coadyuvar a ampliar esta visión que, nos guste o no, es excluyente -y vaya que es violenta en sus repercusiones sociales-.
La maestra Gabriela Fernández G., una super amiga desde la infancia, me hizo ver hace poco que una las funciones del lenguaje inclusivo es precisamente desenmascarar esos límites que nos hacemos acerca de la diversidad, de manera que necesitamos trabajar en estas precisiones para agrandar nuestra conciencia.
En concreto, si yo digo todas, todos y todes, es porque yo y mi cerebro nerdoso necesitamos recordar que existe la variedad, la perspectiva de género que está presente en toda convivencia. Esa es mi verdad y yo necesito hacer este ejercicio continuamente al intentar hacer construcciones de diagnósticos sociales.
Entonces, he de decir que trabajo con sordos y sordas, con ciegos y ciegas, con hipoacúsicos e hipoacúsicas… Porque así me preparo yo para distinguir en una clase de ética con una chica ciega que un valor es que a la mujer no la cele su novio ni sea tratada con golpes, que sueñe y proyecte su independencia en su vida…; es muy diferente reflexionar con el varón que lo propio del valor de la vida, es tratar a los demás sin violencia, incluidas las mujeres, dar voz a las mujeres en las relaciones con la novia…Y hablamos entonces de valores de una cultura de paz, dejando claro que que golpear mujeres es un delito.
La distinción en el lenguaje también me ayuda a recordar, por ejemplo, que aunque toda la muchachada es susceptible de sufrir un asalto en los trayectos de casa-escuela y regreso -¡porque la inseguridad por estos lares vaya que existe!-, para las muchachas les cuesta un montón de esfuerzos adicionales estar en la calle antes de las 6 am y enfrentan riesgos adicionales de sufrir acoso y soportar miradas incisivas de hombres… Y son de prepa, así que además lo sufren como menores de edad.
Las y los me recuerda que los varoncitos si tienen acceso a la prepa. Para una chica de la que supe detalles de su trámite de inscripción, la decisión de sus padres fue que no tienen dinero y, como ya viene otro hermanito en camino, ella debe trabajar pues ella debe aportar ingresos para ese “proyecto” familiar y entonces no prosperó su inicio en la prepa.
Menos mal que es un ejemplo de las consecuencias de inclusión, porque como trabajador social diría que eso es maltrato, es delito y los señores tendrían que estar en la cárcel o en juicio por pérdida de patria potestad y los hijos en un albergue temporal y la chica en la escuela.
¿Qué tendríamos qué hace para que todos y todas las juventudes puedan estar en la escuela, en formación, poniendo a correr al hámster que todos llevamos dentro del cerebro, maquinando sueños de una vida mejor, más justa, viviendo en condiciones propias del simple hecho de ser seres humanos?
Hola, siempre es un placer leer tus reflexiones, gracias...la inclusión es un reto ...el manejo de las formas también, no se braille, no se lenguaje de señas pero creo que procuro con mis limitaciones ser un poco inclusiva...un fuerte abrazo
ResponderBorrarMe gusta más la inclusión como una búsqueda... Abrazo, mujer!
BorrarMiguel, siempre una reflexión brillante que nos hace mejores personas Deseo que tú influencia siga permitiendo un mundo más justo.
ResponderBorrarWoooooow! Muchas gracias!
BorrarAmigo, como me alegra que tu “cerebro nerdoso” exista, y que yo pueda acercarme a sus reflexiones gracias a tu siempre estimulante blog. Gracias. Un abrazo.
ResponderBorrarLilyan
Gracias a ti, mujer inspiradora. Saludos!
Borrar