¡Ya con 91!

José Miguel Herrera Romero

Mi padre, ya anciano, sonríe frente e un pastel de chocolate, mientras intenta partir una rebanada. Con sueter negro y gorras escocesa negra, barba con canas

Fotografía: María Herrera Romero

—Nunca había conocido un cerebrotónico tan simpático como tú—. Creo que es el mejor piropo que me han dado en muchos años.

Me encanta esta frase porque, entre otras cosas, me recuerda que soy hijo de un nerd.

Si, mi padre, un lector empedernido y apasionado de muchos libros, todo lo quería saber.

Como sucede con quien estudia mucho, mi padre, hombre simpático, educado, sabio, generoso, amable… Tenía sus vicios. En su caso, muy particulares.

Cuando yo estaba recién egresado de la Licenciatura, iba con mi novia a una librería (¡pero a quién se le ocurre un romántico paseo a una librería!). Y, ¿a quién creen que me encontré? Claro, al ingeniero Herrera, perdido en el goce de la lectura. 

Por supuesto, era amigo del pbro. Basilio, un cura muy particular que se dedicó a promover la lectura con su librería ubicada en Clavería. Era un antro de perdición para él. Mi madre nos contó alguna vez, que llegaba a hurtadillas y escondía los libros recién comprados “en ese lugar” debajo de la cama. Para no provocar conflictos.

Y así, con el pasar de los años, entre libros, catecismo y reuniones de iglesia, además de su trabajo, se hizo viejo.

Como muchos ancianos de hoy, carga con muchas amarguras arrastradas desde la infancia, por no hablar de sus dolores, de sus sufrimientos y preocupaciones. Y es que, de sus secretos, de sus vivencias, emociones, de su intimidad, poco se sabe. Reserva esos secretos de familia y de su historia personal para muy pocas personas y para sus horas de solaz.

Los jóvenes de entonces no tenían las herramientas y oportunidades como las tenemos actualmente: como terapias, cursos y talleres, habilidades socioemocionales, programas de mejora personal… Muchos ancianos viven su mundo interior como un aterrador secreto.

Alguna vez me dijo que no tuvo muchos amigos y que yo, a diferencia de él, tengo muchos, que eso es un tesoro que había que cultivar y acrecentar. Igualmente, reconoció que gente que le quería, había mucha, eso sí. Pero amigos no.

Ahora, con Alzheimer y la bolitis aguda, estos años se han vuelto muy especiales.

¿Que qué es la bolitis? ¡Pues la bola de años que tiene encima! (Sic. Pedro Gasparotto).

Sí. Mi padre ya está viejo y con Alzheimer. En estos días alcanzó ya los 91 años. Mientras, yo decía despistado que eran 93.

El Alzheimmer es una enfermedad muy invasiva para los cerebrotónicos, para personas como yo, porque precisamente lo que destaca e impacta con grandes impresiones es que se le van ideas, nombres, recuerdos, bibliografía y citas de pie de página… En su caso se va borrando todo de a poquito. Por supuesto, hay otras manifestaciones, pero no es tema de esta aventura.

Recuerdo que un doctor, en la primera etapa de estudios, me explicaba que, precisamente por leer tanto, su cerebro se mantuvo muy estimulado. Digamos que el hámster en su cerebro andaba siempre activo. Y como hay tanta información allí metida, pues la poda neuronal que sufre se nota paulatinamente. 

Claro que aún lee lo que puede, como puede y cuando puede.

Pero en este cumple, sucedieron cosas muy especiales. 

Mi padre celebró con una fiesta en “su escuela”, la Fundación Alzheimer. Una institución formidable. Coincidió que en el mismo día se realizó un festival por el día del padre. Vicente Fernández le cantó las mañanitas, con un estilo muy peculiar.


Mi hermana organizó que hubiera un pastel y también se vio privilegiada bailando con mi padre. Como en su fiesta de 15 años, hace ya mucho tiempo, volvieron a bailar al ritmo de vals. Un privilegio que los dos lograron vivir con mucha satisfacción.

Es notorio que “en su escuela” como le decimos, las personas y voluntarias allí le dan muchos estímulos. Allí están el afecto, la bienvenida, la preocupación porque se mantenga  activo, platicando, bailando, dibujando, haciendo manualidades, allí lo escuchan… Muchas actividades estimulan otras áreas de su cerebro en continuo desgaste.

Mi hermana está fascinada cómo estas múltiples actividades le llevan a trabajar aspectos que él por muchos años dejó guardadas, como libros pendientes por leer. 

El más delicioso es la capacidad de disfrutar lo que sucede, como la compañía, que lo hace levantarse muy temprano y alistarse. Disfruta saludar a sus congéneres, también en continuo desgaste. Y están las terapeutas, las voluntarias, los juegos, las mesas de trabajos, la comida (eso no ha logrado afectar la enfermedad, dice un tío, siempre fue tragón y no engordó nunca) …

Así, entre cantos juegos, pastel y compañía, de regreso a casa, a sus 91 años, un cerebrotónico con Alzheimer le dijo a María, mi hermana “¡me queda tanto por hacer!”.

¡Qué padre que, a esa edad, aún con tantas limitaciones, quedan chispas cada día, pese a todo, que mantienen viva una flama, que son las ganas de vivir!

Feliz cumpleaños, oh, querido padre, mi héroe.

Comentarios

  1. Me hace cantado, tu que puedes, disfruta a tu padre, saluuuu

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  2. Querido Miguel el disfrutar a tu Padre y lo que hace me confronta con la vida y la muerte, ambas van de la mano y el espacio entre ellas está llena de pequeños instantes.Disfruta a tu mamá y a tu papá

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  3. Muchas felicidades por aún disfrutar a tu papá, en vida! Felicidades a él, a su sabiduría y experiencia enriquecedora y, más aún por sus ganas de seguir adelante día a día 🎊🎉🎊🎉👏👏👏

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  4. Descripción hermosa amiga de tu padre querido , un fuerte abrazo, felicitaciones

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  5. Es un gran tesoro y una bendición contar todavía con los padres, que maravilla!!!!!

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  6. Que bella descripción de tu Papa, seguramente el y mi papá de coincidir en la vida hubieran sido grandes amigos apasionados de los libros y Grandes Sabios! Felicidades por aun tenerlo!

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