Curso de Verano en Ecatepec
José Miguel Herrera Romero
Ya van 8 sesiones y los chicos se pusieron exigentes.
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En la siembra de semillas |
—¿Ya vamos a hacer jabones? —.
—No. Hoy toca hacer pasta. Comeremos espagueti con pesto elaborado con 3 variedades de albahaca: uruguaya (de hoja grande), Albahaca morada y, por supuesto, con la especie mexicana. Todo lo cocinarán ustedes—.
No les dije dos veces. El salón se volvió un hormiguero de niñas y niños listos para picar hierba, cebolla, poner a hervir agua... ¡Me sentí como pulpo con tentáculos múltiples, para estar al pendiente de cada iniciativa!
Este dinámico grupo es parte de un Curso de Verano de la Universidad Bancaria del Estado de México, UABEM, que antes de iniciar el ciclo escolar se aventuró a innovar con un curso de verano para adolescentes. Esta Universidad busca acercar procesos educativos presenciales híbridos, en línea... adaptarse a necesidades de la gente.
Ha sido un privilegio participar de esta iniciativa con un taller de cultivo y usos de plantas medicinales. También hay taller de robótica, inglés, música, ciencias...
Trabajamos con chicas y chicos de sexto de primaria a tercero de secundaria: primer desafío, que los instructores resolvimos promoviendo que los mayores apoyen a los más chicos, expliquen conceptos con sus palabras, que los chicos pidan ayuda, que puedan comunicar sus inquietudes...
En mi comenzamos con técnicas incluyentes, en la construcción de acuerdos en donde cada uno y cada una se sientan a gusto, cómodos, respetados y, en ese contexto, trabajar con experiencias didácticas que les resulten interesantes, divertidas, aprendan y la pasen requetebién y quieran volver.
En el grupo que yo atiendo de ocho chavales, la pasamos muy divertidos. Por ejemplo una chica mencionó que es alérgica a la flores. Entonces ella trabaja con plantas aromáticas y follajes.
Esta semana iniciamos con un pequeño, que está en tercero de primaria. Al principio con miedo, se animó a experimentar con probar las plantas que estamos reproduciendo. —¿Así, de veras, me la como? —.
—Sí. Pero no la tragues. Mastícala—.
—Mmm. Esto sabe... Sabe raro, pero bien— Dijo el pequeño.
—¡Sabe a chicle de menta! — dijo unos días antes una chica de secundaria.
—¡Exacto! pero al revés. El chicle de menta sabe a esta planta. Mira, toca sus hojitas... Y acá tienes una hierbabuena y acá hay otra más, que también es otra hierbabuena, pero de variedad diferente, la hoja es más grande, el tallo más oscuro...—.
En esta ocasión, me permitieron incluir entre mi material didáctico chile piquín en polvo y limones, piña, manzanas... así que agregan chile y sal con limón para probar una botana mientras trabajamos. No fallan. Todo se lo comen mientras disfrutan y platicamos.
Estos muchachos y muchachas comparten sus inquietudes, expresan aprendizajes, ya podaron las plantas y trabajan reproducciones por esquejes, que ya dan raíces, ya sembraron sus semillas que, con sus pequeños dedos, les resulta muy fácil seleccionar semillas que utilizarán. Y regamos con agua que previamente dejamos 24 horas a la intemperie para que evapore el cloro.
Ya producen composteros que les animo a oler: el compostero que preparamos con tierra casi no huele, la fruta que guardamos en una bolsa ya huele feo; hicimos un filtro para separar lixiviados (un líquido oscuro) que huele... ¡Bastante desagradable!
Bien valientes ellas y ellos, se animan a oler. Ya saben que ese líquido maloliente es un abono rico en nitrógeno que servirá para nutrir la tierra que alimentará sus plantas, si se usa diluido al 10% para regar.
En esta ocasión, hubo que picar albahaca, cuyas hojas comieron primero, lo cual les dio oportunidad de elegir la que es de su gusto.
Mientras, otro grupo picó cebolla y con sal, pusieron agua a hervir.
Una compañera me ayuda a estar pendiente de los chicos, para vigilar que no se quemen con el agua ni pongan en riesgo sus deditos. Yo me quedo con los que pican albahaca, donde aprenden desde tomar un cuchillo, a picar fino, a vaciar en recipiente… Toda una experiencia de cocina.
Ojalá hubieran estado: cada uno probó pasta al dente, opinando si falta o sobra sal o sabor y luego con su pesto… Llevan despacio la cuchara a la boca, dubitativos, mastican, les digo que el bocado se distribuye por todas las secciones de la lengua, para que perciban todas las texturas y sabores de su guiso… Y gestos de sorpresa, aprobación, quieren más y… Se acabó el tiempo, llegaron los papás. Nos ganó el tiempo.
Ya mañana probaremos con calma, me digo a mi mismo, mientras que otra voz, también interna, me dice: ajá, ya quiero ver el conflicto de intereses infantiles entre hacer jabones y probar su pasta…
Hoy, mientras enjuagaban sus trastes, fileteamos manzana… Sólo que quienes lo hicieron también devoraron su trabajo a una velocidad más rápida que la vista. Así que hice que los que no probamos de esta botana recibiéramos una disculpa por la voracidad de los valientes que resisten todo, menos las tentaciones de la manzana.
Cada día se vuelve una anécdota. Aprenden agricultura, como aprendí de mi querido amigo y maestro, el agrónomo Ponposo Juárez Ordoñez. Ya van aprendiendo a realizar cultivos orgánicos y, en mi opinión, lo mejor: a disfrutar de los sabores y usos que resultan de utilizar plantas. Mi sueño es que, en un futuro, coman lo que cultiven o siembren.
Hace años tenía el sueño de que debemos formar a la próxima generación de agricultores. Ahora, después de muchos errores, con la experiencia acumulada y nuevos aprendizajes en innovación educativa, veo con mucha satisfacción que es más importante provocar con experiencias atractivas el contacto con las plantas. Ha sido un cambio en el enfoque metodológico.
Al pasar a enfoques constructivistas, los veo ahora meter las manos en la tierra sin miedo, expresar sus opiniones, sus conceptos con sus palabras, expresan sus hipótesis…
Estos chicos de ciudad no serán agricultores, pero tendrán otra relación con las plantas y sus sabores y, en un descuido, hasta producirán sus propias plantas para hacer, por ejemplo, sus propios jabones o disfrutar un té para sentirse mejor, como nos enseñaron nuestra abuelitas.
Así, prtentemos con este taller ayudar a las nuevas generaciones a retomar el contacto con la naturaleza, en una zona trerriblemente dañada por el caótico crecimiento urbano. Es una semilla sembrada apenas. Con perseverncia y más talleres como este, no me cabe duda que podremos retomar de nuevo la posibilidad de provocar que en los hogares cultivemos nuestros propios alimentos.
Agradezco a la Ubaem por la confianza de propiciar estes talleres, que busca detonar neuvas iniciativas de capacitacióon al servicio de la comunidad.
Muy interesante la propuesta de acercar a los jóvenes a la naturaleza y sobre todo a enseñarlos a ser independientes de una manera creativa.
ResponderBorrarTienes razón. Es importante destacar el impulso al desarrollo de su independencia. Estas habilidades se fraguan desde la infancia. ¡Gracias por tu comentario!
ResponderBorrarComo siempre buen Migue, aportando conocimiento, en esta ocasión lo sorprendente es de que actualmente la población joven pocas veces se interesa por estás actividades, y que padre saber que este aprendizaje es de su interés y seguro será práctico para su futuro en sus vivencias
ResponderBorrarFelicidades!!!
Yo siempre he dicho... Quien en un joven deja aprendizaje, lo aprendido cambiará su vida.
Gracias
Worales! gracias por tu comentario. Si. Necesitamos aprender como adultos a dedicar más tiempo a los aprendizajes de las y los chicos.
BorrarFelicitaciones, querido Miguel. Es increíble el trabajo que realizas con estos chicos!! Un abrazo enorme.
ResponderBorrarMujeeeer! Muchas gracias por tu comentario. Saludos!!!!
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