Viernes de ahorcar viejas
José Miguel Herrera Romero
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Un cuchillo de cocina, un arma para defenderse también |
En un lugar de México, cuyo nombre no quiero recordar…
Las mujeres eligen que ya no quieren intimidad con los hombres. Y es que, como niños chiquitos, se alocan y, claro, como gravitan en el machismo rampante, se vuelven varones que, en plena intimidad sexual, reproducen el valor aprendido, que es el monopolio de la violencia, de manera que parte de la expresión de su sexualidad masculina tiene un patrón que se reproduce: el goce de estar con la pareja incluye ahorcarla. Es por placer, así demuestro que la quiero.
Así somos, de pronto, muchos hombres. Hemos aprendido a ceder y conceder “lo que se espera de nosotros”. Una irracionalidad idiota (ojo, ese es un concepto filosófico, no insulto), que no cuestiona, no analiza, no pregunta.
Así nos dicen ellas: viernes de ahorar mujeres... También dicen no gracias a toda posibilidad de una cita.
En la siguiente escena, en las montañas de… Otro lugar:
Es un taller con chicas de bachillerato. Allí, por fin una de ellas rompe el silencio y dice que no quiere novio. Y es que, como los novios insistimos tanto en el “tesorito”, de tanto pedir y conceder de ellas, si se embarazan se tienen que casar, lo cual significa suspender de inmediato de un plumazo toda oportunidad de estudio y desarrollo de una trayectoria académica y amigas y paseos con ellas...
De pronto… Todas en el grupo asienten y empiezan a hablar. Resulta que son mujeres que se apoyan para no tener sexo, porque eso representa volverse algo así como un maniquí para cuando los novios queremos “el chisispiskis”.
Cuando entré al salón para avisar que el tiempo de sesión trascurrió, el ambiente volvió a ser helado en un respiro. De nuevo todas calladas y mirando al suelo… Lo único que hice fue aparecer.
Tercer acto:
Un director de escuela me enseña un cuchillo de cocina, el cuchillo de chef:
—“Mire, licenciado. Lo traía una alumna en su mochila, se lo tuve que quitar. Estaba amenazando a todos para que nadie se le acercara. Resulta que su abuelo la quiso violar. Y como no sabe qué hacer, tomó de su casa la primera alternativa para protegerse. Está aterrada. El año pasado tuvimos a otra chica, pero en ese caso el agresor era el tío… ¿Cómo las podemos ayudar?”
Capítulo cuatro: Una mujer sabe que su pareja le es infiel… Claro, la historia de Pepe el Toro es inocente se repite a base de perpetua negación por el varón, cómo no.
Me quedo con el caso del cuchillo para tratar de explicarme cómo se reproduce un patrón de violencia:
Soy estudiante, amigo de Juanita, que trae un cuchillo en la mochila ´por las razones ya descritas. Es terrible lo de mi amiga. Yo veo que se la llevaron a la dirección, pero también veo que la escuela no hizo nada… Unos doritos (años) después… Pues claro, ¡resulta que soy como el novio del viernes, el del capítulo 1! Total, no pasa nada. Cést la vie.
Ojalá ese fuera el problema, tan simple y concreto. Pero además de configuración de patrones, suceden cosas terribles en el interior de cada uno, hombres y mujeres.
Una de esas tragedias, me digo yo, es una desconexión. Algo en el interior de las personas se rompe ciertamente, pero, sobre todo, se desvinculan principios y valores en el interior de las personas, que desdibujan y borran el yo soy…
Cuando se vuelve recurrente la violencia, el yo parece desconectarse del cuerpo, de mi cerebro y de mis ojos. Yo no valgo, vería una mujer ante el espejo, mientras que los varones… ¿On´ta la otra? y así, de pronto, las dejamos de ver, se desconectó ya algo que me haría ver a la otra persona frente a mí, como una igual a mí, pero diferente. Ya no es persona, ya no existe, no tiene valor, dignidad ni misterio. Y así, llega el contexto y la cultura y se siembra la semilla de mujeres violentadas...
Claro, el proceso es mucho más complejo, pero este modo de pensarlo me ayuda a darme a entender.
Capítulo cinco: en el clímax, me inspiro en Alberto Cortés:
¡Pero qué lindo es el vino!
El que se bebe en la casa del que está limpio por dentro
Y tiene… ¡Y tiene brillando el alma!
Que nunca le tiembla el pulso cuando pulsa y una guitarra,
Que cuando tiene un pecado…, siempre se nota en su cara.
Que no le falta un amigo ni noches… ¡para gastarlas!
Que bebe el vino por vino, ¡Y bebe el agua por agua!
Así de simple, como beber agua, el infierno se recompone: cuando saludamos amablemente, sin insinuaciones sexosas; cuando miramos a los ojos con honestidad, hablando con verdad; cuando decimos a la pareja qué bonita te ves; cuando felicitamos a una mujer por que se rifa porque reconocemos sus habilidades; cuando en un abrazo decimos te quiero y podemos repetirlo mirando a los ojos; cuando motivamos a una amiga o amigo a emprender un negocio, ofreciendo apoyo, impulso, consejo o financiamiento, diciendo que su idea vale la pena; cuando podemos estar a gusto en una reunión con amigas y/o amigos y reír y tirar netas, sabiendo que hay quien escucha y guarda nuesros secretos; cuando ofrecemos el dato de un abogado o psicólogo o institución en donde se puede pedir ayuda o asesoría; cuando una amiga en pena llama a media noche y contestamos… Existes. Eres real, tu dolor puede llorarse, escucharse, lo mismo que la dicha de conectar con alguien.
Es cuando ellas, las invisibles e irreales, vejadas, ultrajadas, engañadas, maltratadas, violentadas, traicionadas, comienzan a respirar produndo y su voz se relaja, semejante a cuando en una noche nublada el cielo se despeja y volvemos a ver las estrellas, símbolo de nuestros sueños y derechos y de pronto nos volvemos reales. Y en esa noche se puede rehacer la ruta con esas luces en la oscuridad.
Es la cotidianidad la gran oportunidad para reinventarlo todo. Nos valida, dicen los psicólogos. Acercarnos al infierno que viven muchas mujeres violentadas y varones abusados requiere valentía, nos recuerda Dante en la Divina Comedia.
La vida diaria, nos confirma el ser sensible, tangible de nuestra piel, en lo visible de las lágrimas compartidas, en la voz y oídos del relato de quien está frente a nosotros, en el abrazo que, por fin, se ofrece y acepta, con quien nos hacemos solidarios. Esos detalles tan básicos, nos devuelven el portento de hacernos sujetos, humanos. Eso nos facilita la reconstrucción de lo destruido.
La meta primera sería ir por recomponer o reconstruir todo, TODO, desde los buenos días. Me lo recuerda Lore, una señora, madre de dos hijas con discapacidad, cuya decisión de suicidarse interrumpí cuando le dije buenos días, ¿cómo le va? Después de contestarme, ya no sabía qué pensaba… Después que pudimos platicar, me contó que un saludo le devolvió la vida y me permitió iniciar mi búsqueda de apoyos profesionales. Ella se volvió a sentir real, lo sabía, porque había quien la miraba y la escuchaba, y ello le devolvió la conexión con el mundo.
Después, claro, es necesario abrir posibilidades en contextos institucionales, legales, en servicios comunitarios, en prevención… Necesitamos llegar a cambios estructurales. Para eso trabajo en desarrollar talleres que nos lleven a una nueva posibilidad de convivencia.
Es cierto, el infierno es mucho más complejo de lo que yo escribo, lo mismo que el cielo.
Comenzar a tratar de narrarlo, nos permite desde ya, al leerlo, también comenzar a transformarlo.
Yo elijo el cielo.
Yo estoy recomponiendo, gracias al COTO que estoy viviendo actualmente
ResponderBorrarExcelente! Que la dicha y la alegría se vuelvan tu nueva brújula y te lleven por nuevos caminos! !
BorrarMuy cierto y no solo pasa ahí si no en muchas partes
ResponderBorrarQué duro, amigo. Cómo hacemos para desarticular esos patrones. A veces escasea la paciencia. Un abrazo.
ResponderBorrarYa trabajo en ello. Tus intervenciones en crear la conciencia de la diversidad como telón de fondo, es si duda el camino, mujer.
BorrarMuchas historias, muchas violencias, mucho por hacer.
ResponderBorrarAsí es. Mucho por aprender y transformar.
BorrarMuy cierto, Miguel, excelente reflexión. Abrazo!!
ResponderBorrarGracias!
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