En el día del padrastro

José Miguel Herrera Romero

Dentro de las muchas aventuras que me ha tocado vivir, fue hacer estudios teológicos. En esa etapa aprendí un chiste teológico que dice que la virgen María nunca rezó el rosario y, sin embargo, se fue al cielo (que por cierto, como lugar físico no existe).

Igualmente, podríamos hacer una ironía de la imagen de la sagrada familia:

María sería la primer madre soltera cristiana: quedó embarazada antes de su matrimonio. José no es el padre biológico, y el hijo, como señala el egangelio de Lucas (Lc. 2, 41-51)), se salió de la casa sin pedir permiso, como un adolescente "rebelde" que hace lo que quiere y, no sólo eso,  les contesta a sus padres en público. La madre, por su parte, calladita se ve más bonita. Del silencio del padrastro... (aquí es cuando una juvenil voz dice "y así...")

Se trata, sin duda, de un chiste teológico, pero entre broma y broma la verdad se asoma: esta imagen irónica (o sarcástica) de la Sagrada Familia es en realidad una perfecta alegoría de la realidad que encontramos por todas partes: familias desintegradas, reconstruidas, en conflicto; divorcios, peleas, padres vs. hijos en múltiples versiones espectaculares en fiestas, bares y reuniones… Muchísimas anécdotas que, si las reconocemos, nos invitan a reflexionar que eso de la familia está muy pero muy lejos de ser miel sobre ojuelas.

La familia no es un viaje a Disneylandia. Es una dura realidad en donde cada quién busca realizar su propio camino, si es que lo encuentra, claro está.

Lo que propongo es, si es que de verdad queremos transitar hacia un sentido más realista, más “de a pie”, más cercano a nosotros y más cotidiano y posible, podemos atrevernos a mirar las cosas desde otra posible lógica, comenzando con romper ideas románticas que afectan la percepción de la realidad.

La realidad es que la convivencia es dura, difícil, llena de conflictos. Y ninguna familia, hasta donde he visto en mi experiencia personal y profesional, está exenta de dificultades. Claro que seguramente hay muchas familias sin problemas, inmáculas, ejemplos a seguir. Pero hasta ahora no me ha tocado conocer una. No he tenido esa gracia. No sé si eso me hace un desgraciado. Como sea, no me importa, por cierto.

En suma, si reconocemos que cada persona necesita descubrir su propio sentido de vida, la vida podría valorarse más como camino,  más ubicado en nuestras realidades.

De ser así, necesitamos partir de una actitud más crítica, en especial contra las instituciones más cotidianas, como la familia o la religión.

En este caso, la familia tendría que impulsar a cada integrante a volar, a navegar en alta mar, a impulsar la libertad de cada uno, con todos los riesgos que ello implica. No existe “el buen camino”, sino mi propia ruta.

Entre las mejores anécdotas que he tenido oportunidad de vivir en mi familia, es el respeto de mi padre a mi caminar. El pobre ha tenido que soportar muchas impertinencias y locuras mías, claro. Pero sin ninguna duda, sin ser él el padre que yo quiero y sin ser yo el hijo que el espera, quere

rnos y aceptarnos como somos, es un tesoro que no cambio por nada.

En este día de san José, el padrastro, te abrazo, querido padre. Agradezco tu respeto a mi persona y tu comprensión a mis intentos de reconocerte como uno, igual a mí, pero diferente. Te quiero.